Viendo en la tele mi serie preferida, por supuesto, bajada de Internet, Weeds, me encontré con que la imagen estaba cortada perdiéndose la C de un famoso canal de pago.
Me sentí mensajeado de manera oculta. ¿Quién sabe lo de mi culo?
Ahora es algo público, al menos para todos los interesados en leer este blog casi impúblico, impúdico, inodoro e insípido.
Comencé con timidez a hablar del tema, a contar sólo a algunos amigos escogidos esta información que hace que se me pueda comprender mejor, pero poco a poco fue extendiéndose, fui notando que hablar de ello no me reconfortaba, pero sí me hacía sentirme más próximo a mi entorno, del que sentía que me estaba alejando inexorablemente.
Ha pasado tiempo y comienzo a sentir el polo contrario: mi entorno está saturado (como yo mismo) del tema y quieren que les deje de hablar de algo que, no obstante, mediatiza todo, puesto que mi estado de ánimo es absolutamente dependiente de la situación de mi famosa y pública fisura anal.
¿Qué me dirá el médico este miércoles?
¿Qué haré si me repite que se está curando?
No sé, pero sí sé que cada día aguanto menos.
Ayer ingerí un ibuprofeno por primera vez en mi vida.
No es que no me doliesen antes cosas, pero no creo que paliar el dolor cuando duele algo sea una solución a nada, aunque es cierto que sufrir por sufrir tampoco tiene sentido.
¿Me gusta que me duelan las cosas?
NO
Definitivamente no. Odio el dolor. No quiero sufrir. No lo soporto y estoy por apastillarme cada día hasta que olvide el dolor y si he de llegar a la sobredosis… pues sea.
Pero no creo que eso evite ciertos dolores…
No lo creo.
Creo que enmascara algunos. Y bien, a veces ¿por qué no?
Pero normalizar el uso de medicamentos como Ibuprofeno o Paracetamol hasta el punto de que la fisioterapeuta que me trató el sábado de una dolencia muscular, cuando terminó me dijo: Si te duele, tómate lo que acostumbres tomarte en esos casos. Yo le dije que no acostumbraba a que me doliesen las cosas y que, en caso de que algo me doliese, acudía a un médico para que me diagnosticase y me prescribiese lo que correspondiese.
¿Por qué se ha normalizado el consumo de estos fármacos?
Más allá de lo obvio: el interés de la industria farmacéutica, lo que no acabo de comprender es cómo y en qué momento hemos aceptado como normal ingerir drogas para evitar el dolor. Recuerdo, en películas incontables, como el protagonista pregunta: ¿qué se puede hacer? y le responden: Ya nada, sólo le ayuda la morfina.
Ahora estamos en esa situación en la que aceptamos que no tenemos solución, que ya sólo nos ayudan los paliativos del dolor. Y claro, inmediatamente surgen también los paliativos de otros dolores, más… digamos… espirituales o psíquicos. Aunque (y estoy de acuerdo con mi amiga Susana) no son tan distintos: todo el dolor ocurre en la materia blanquecina que tenemos bajo el cráneo, en la casita de la mente. No me duele el brazo: me duele el cerebro. No me duele el culo: me duele el cerebro. No me duele que se borren mis alumnos: me duele el cerebro. No me duele no ver a mis amigos: me duele el cerebro. No me duele sentirme feo tan a menudo: me duele el cerebro.
Maldito cerebro!
Supongo que por eso es tan tentador el suicidio: es la forma de acabar con el cerebro, con el órgano del dolor por antonomasia.
Menos mal que también es el órgano del placer.
¡Qué bien lo pasé ayer con mi amor!
Amo con el cerebro. Follo con el cerebro. Creo con el cerebro (en todos los sentidos de la palabra Creo). Como con el cerebro. Vivo con el cerebro.
Celebro tener cerebro.
(Qué tonto juego de palabras obvio)
Es un juego, tan tonto como sentir que ese ANAL+ tenía algo que ver con mi fisura y su incremento.