Hoy Cambridge parece triste

Es nuestro osito, el único que se ha salvado de la revolucionaria reforma de nuestra casa. Los demás han sido regalados, o encarcelados en cajas de olvido, dentro de armarios de los que saldrán tarde o temprano para ir a morir a algún lugar mucho más triste que la expresión de nuestro único osito superviviente.

Le acabo de bautizar Cambridge porque es la etiqueta que tiene adherida. No voy a negarle el nombre que me sugiere.

Hasta los catorce (14) años, dormí adosado a un oso de peluche marrón meloso a quien llamaba boby. Llegó un momento en el que me avergonzaba de ello y lo hacía a escondidas… pero lo hacía. Creo recordar que mi hermana sostenía que era suyo, pero yo decía que no lo cuidaba como merecía, así que, en el fondo, le estaba dando la razón.

Ahora no sé si el nombre que le daba era boby o toby… o algo similar. Pero no importa. Sé la calidez que sentía al abrazarlo en la cama.

Han pasado ya 30 (treinta) años. Sí, me hago viejo, pero no me lamento, me gusta sentir que pasa el tiempo, que pasa y sigo disfrutando cada día de lo que tengo a mi alrededor, que ya no me lamento nunca más ni me avergüenzo de aquello que me gusta, aunque no sea lo razonable, lo más extendido o lo más comprendido. Quizá, esta independencia rayana en la insurgencia, comenzó entonces, abrazado a mi oso, que también tenía aspecto, como Cambridge, de estar siempre triste.

¿Será un reflejo?

Hay preciosidades en cualquier lugar

Salgo del metro ayer y veo que sobre el cielo está impresa la imagen de estos dos árboles de distintos colores, cuadro impresionista que la naturaleza (que también existe en la ciudad) me ha regalado.

Solo hay que caminar con la mirada abierta, con un poquito de calma en el cerebro, con una cámara de fotos para capturar el alma del momento (en este caso la de mi móvil de hace cuatro años, que es el que más me ha gustado de cuantos he tenido) y dispuesto a detener el tiempo, un instante, de ahí que se llame instantánea a la fotografía.

Qué pesaditos estos de Facebook

Cada día me apetece pasar menos tiempo mirando las actualizaciones de estado y los maravillosos artículos que desean compartir conmigo en FaceBook mis amigos. La mayoría de los cuales son completos desconocidos y otros muchos son tan solo eso, conocidos.

Obvio que no es culpa de la aplicación, pretendida base de una renovada Internet… mucho más privatizada, menos neutral, más comercial, menos desinteresada. Esta Internet 2.0 es (y era) una puta mierda.

No puedo ser más claro ni más contundente.
¿Sirve?

Sí, sirve para hacer negocios, para publicar lo impúdico, para cotillear como en un programa del corazón (aunque yo diría programas de vísceras, en general) que claro que está bien que existan, que tengan su público y su, incluso, tiempo. Pero que se quieran autoproclamar los líderes de la tendencia en Internet y que no sean tosidos por nadie es algo muy, pero que muy, peligroso.

Ahora, cada vez que entro en la pantalla (como si esta afirmación fuese posible) de la página principal de FaceBook, me encuentro con que insisten en que consiga una dirección de correo electrónico giusseppe.dominguez@facebook.com

Pero ¿Por qué esta insistencia?

Está claro que es una forma práctica de conseguir un cliente fiel, casi esclavo, casi imposible de escapar de una aplicación que debía ser tan solo un útil y no una vida paralela (y para-lelos).

Pero es preocupante la pérdida de independencia que se tendría (ya se tiene en Gmail y HotMail) al tener un correo electrónico en manos de una de las 3 o cuatro más importantes empresas de Internet que están intentando fuertemente conseguir un oligopolio a la manera de las telefónicas en España, por ejemplo, en un campo que conocí libre y libertario. Era la Internet 1.0. Parece ser.

Pues bien, me niego a seguir jugando a esto. Estoy por darme de baja en FB y pasar olímpicamente de esas presuntas ventajas que me otorgaba. Lo único que me ha aportado hasta ahora ha sido el retomar el contacto con algunas amigas lejanas (y esto es algo que aprecio) de forma sencilla, sabiendo qué hace mi amiga Mariel, por ejemplo, cada dos horas, o haber visto las fotos de su pequeño y ver cómo va creciendo. También me aporta una infinidad de eventos a los que acudir, que no acudo por falta de tiempo, ganas e interés.

Se suponía que lo iba a usar para fines publicitarios (de ahí que haya aceptado tantos desconocidos entre mis amigos) y que iba a poder conseguir alumnos interesados en mis clases, pero la realidad es que hay tanta oferta y tanta dispersión que quien está en FB lo que acaba haciendo es, como yo mismo, perder el interés por las ofertas que se presentan por falta de tiempo y ganas.

Hummmm… siento algo de incoherencia en mí, uno de mis fantasmas acechando…

Si deseas salir de FaceBook, hazlo ya!

¿Por qué digo que no lo hago?

La verdadera razón (hay algunas razones no verdaderas, supongo) es que sigo creyendo que puedo usarlo yo y no ser usado por él, que tengo en mi poder una herramienta que puede servirme para contactar con amigos infrecuentes y saber algo de sus vidas, así como para conseguir algún que otro contacto interesante entre tanta morralla.

Pero esta creencia se desmorona por minutos. Y estoy seguro de que no seré el único que piense así en los próximos años, cuando aparezca una Internet 3.0 que desmonte el mito de que estar permanentemente conectado es un placer.

Y mientras tanto…

El Tango NO es un baile social

Estoy harto de oír que el Tango es un baile social, se insiste tanto como en aquellas cosas que no son ciertas que acaba por demostrarme, casi, su irrealidad.

En las milongas, sitios donde se baila tango, se insiste (porque todo en este mundo va de insistir) en que hay que respetar códigos para poder convivir en un espacio social compartido: códigos que, en muchos casos, mantienen la separación de roles/géneros asignando al hombre el papel dominante y a la mujer el sumiso y obediente, que ha de llegar bien mona, preferiblemente ser joven y lucir carne, pero sin excederse, so pena de ser considerada vulgar, que resulta ser el más ofensivo de los insultos en ese mundillo anquilosado a la pretensión romántica de vivir de una nostalgia de tiempos que no existieron nunca.

[youtube_sc url=http://youtu.be/FJ2gXqfg-4M «width=100%» rel=0 fs=1]Otros códigos insisten (porque todo en este mundo va de insistir) en la necesidad de respetarse circulando en una única dirección, como en la secuencia del Expreso de media noche en la que todos caminan en círculo (aunque sería más correcto decir en circunferencia, pues se camina en una curva y no en una superficie… aunque esto tampoco es del todo correcto, quizá podría ser una corona circular).

La razón que se aduce para ello es que, si no fuese así, nos chocaríamos sin parar. Y yo pienso que eso es así porque el Tango NO es un baile social. Caminar por la calle es una acción social. No es necesaria ninguna regla explícita para no chocarse. Sabemos caminar sin golpearnos e, incluso, diría más: aunque nos choquemos, somos capaces de disculparnos, sonreírnos y continuar el camino sin que ello nos impida disfrutar del paseo.

Caminar es una acción social. Caminar en las calles de Madrid en esta época del año es especialmente agotador, teniendo en cuenta que la densidad de gente en el centro se multiplica por un entero superior a cuatro e inferior a diez (no sé porque dije por un entero… es bastante improbable que sea un entero, pero esa cuestión la dejo para otro día).

La gente (mucha, perdón por la generalización) a veces sale de una tienda sin mirar, sale de un cine sin mirar, no se detiene a pensar si estorba en ninguna parte, sintiendo que todo el espacio es suyo, ahí están las personas que se sitúan a la izquierda de unas escaleras mecánicas en una ciudad acelerada que requiere un carril rápido, ahí están las parejitas de viejitos que caminan por la calle sin darse cuenta de lo mucho que ocupan, ahí están las múltiples personas que invaden nuestro espacio físico y acústico (que también es físico) con sus móviles, sus dispositivos varios y sus voces más o menos irrespetuosas del espacio público compartido.

Pero convivir es una actividad social: no requiere reglamentar todo, como si fuese la ley antitabaco, sino dejar a los humanos la posibilidad de desarrollar capacidades de comunicación (que SÍ es algo inherentemente social) para poder compartir ese espacio en una mezcla de respeto y tolerancia.

Pero no. En Tango, no puede dejarse a la gente esa posibilidad porque el Tango no es una actividad social, no es un baile de grupo social: el Tango es un baile celular. La célula que ha de protegerse es exclusivamente la pareja, el laureado abrazo, la relación bipersonal que se establece y que es la única base verdadera del Tango.

Un concierto de Ska es social: la célula básica es el grupo, de modo que la convivencia ha de ser grupal y el respeto es algo que se asume, no que ha de imponerse insistentemente. Unos saltan sobre otros sin que pase nada por ello, es más, si no pasa esto, no hay interés.

Y hay quienes insisten en comparar las normas de circulación en la pista de Tango con las normas de circulación viales. Es un mal ejemplo y un buen ejemplo al mismo tiempo para acabar con el mito de que el Tango es un baile social.

En primer lugar, las normas de circulación viales se establecen para prevenir de posibles problemas derivados de choques entre vehículos, pero también por la necesidad de proteger a peatones y otros móviles en el espacio de circulación. Las calles son más o menos ya una guía de la que no salirse, es una actividad funcional y no placentera, cuyo único objetivo es ayudarnos a desplazarnos, no a disfrutar del acto del desplazamiento.

En segundo lugar, y para mí el más relacionado con este texto, se imponen normas de circulación viales especialmente para que las células de vehículos privados no afecten a lo que ocurre en las células de otros vehículos privados: moverse dentro de un autobús SÍ es un acto social. Estar dentro de un coche privado no es social, sino celular.

No quiero que me afecten, a mí que estoy encerradito en mi recinto asocial, a mí que estoy dentro de un lugar que considero inafectable por los otros, es decir, no quiero que se metan en mi entorno en lo más mínimo: así que hago unas normas de circulación… vale… pero porque el Tango NO es un baile social.

El objetivo no es proteger la sociedad que se forma, sino evitar que se forme. Formar un grupo de células aisladas cuya única interacción quede reducida a miradas de soslayo no siempre amigables, a sonrisas de pura cortesía, a aceptar una convivencia que no se tolera, pero se acepta siempre y cuando no me afecte. Eso no es respeto y no es tolerancia: es únicamente aceptación y cumplimiento de normas que eviten una guerra.

Se dice que es difícil bailar sin esas normas: Y estoy de acuerdo, porque esas normas sirven para evitar que pueda haber un contacto social indeseado. No discuto la posible utilidad (no necesariedad) de las normas, sino su verdadero sustento y objetivo que no es otro que defender la unidad asocial, individual y aislada de la pareja en el abrazo, en un mar de otros con los que no se desea tener ni el más mínimo atisbo de intercambio social.

La dificultad de algo no implica su imposibilidad. Puede bailarse sin esas normas. Habría más choques, sí, claro, pero no necesariamente más si desarrolláramos la capacidad de mirar con respeto y tolerancia a los otros en todos los entornos sociales en los que vivimos. Es posible hacerlo, pero no se desea hacerlo. No queremos realizar el esfuerzo SOCIAL de intentar convivir en un espacio común respetándonos y tolerándonos, es una vía mucho más rápida y sencilla prohibir, obligar, acabar con la posibilidad de interacción social de la que tanto se recela porque provoca, siempre (parece ser) conflictos indeseados. Sí, eso es lo normal en una sociedad intolerante e irrespetuosa.

Resumen:

  • Respeto != Cumplimiento de normas
  • Tolerancia != Aceptación
  • Respeto y Tolerancia = Aptitudes a desarrollar en un entorno social
  • Normas y Aceptación = Estructura básica de sistemas autoritarios
  • Entorno Social = Algo vivo que no siempre me gusta
  • Sistema Autoritario = Algo muerto que no siempre me gusta

Un artista imposible

[FMP width=»480″ height=»360″]https://giusseppe.net/blog/wp-content/uploads/2011/11/artista-que-prueba-todo.mp4[/FMP]
Un artista debe hacerlo todo, según dicen en este pequeño pedacito de un capítulo de SixFeetUnder… una serie de culto que estoy viendo con mi chica.

Según el personaje: «Un artista debe probar todo lo que se le ponga a su alcance», pero no parece darse cuenta de la paradoja que esto encierra.

Probar todo sería también probar a no probar cosas, lo que es claramente imposible de resolver dentro de la lógica bievaluada. Esta afirmación tan habitualmente oída es la excusa perfecta para probar cosas que se desea y para las que precisamos algún tipo de justificación que nos exima de nuestra moralidad y su cumplimiento o para justificar porqué no se es un artista. Ambas cosas son mezquinas y miserables.

Relacionar probar cosas (algunas y nunca todas) con ser artista sería, sin embargo, tanto como no decir nada, puesto que siempre se prueban cosas (algunas y no todas) lo que no es una condición suficiente para ser artista. Ni siquiera necesaria.

Un artista que lo probase todo sería tan solo posible si fuese dios, pero un dios omnipotente que estuviese por encima de la lógica y que, por tanto, pudiese hablar incluso de una creación ex-nihilo… pero ese artista dista mucho de ser un objetivo a lograr.

El error y la creatividad

Me encanta que alguien lo diga con total claridad, como este señor:

Si no estás dispuesto a equivocarte, nunca llegarás a nada original.
Ken Robinson

Isidoro Valcárcel MedinaHe de reconocer que es algo que ya sabía. Es más, sobre creatividad, me gusta más la idea de vivirla como una actitud, como nos recuerda Rafael Lamata en su libro, prologado, como no podía ser menos, por el ejemplo viviente de esta idea: Isidoro Valcárcel Medina.

Pero es agradable que se oigan estas voces, como las de este hombre, Ken Robinson, entrevistado por Eduardo Punset (quien me genera cierta repulsión por su tonillo un tanto pedante, pero cuyo programa considero de lo mejorcito que hay en la divulgación científica/cultural en TV). Es posible que estos programas tengan los días contados como los tuvo CNN+ para ser el gran hermano 24h. ¡Manda huevos!

Al menos, tenemos en hemeroteca estos programas de la TV2 que será desmontada en breve, con la excusa de los recortes, dejando un TV1 mermada, escasa, de contenidos basurescos, competidores de AnaRosas y Terelus, de peliculitas de serie B en el mejor de los casos y algún evento deportivo o cultural considerado de interés nacional, como un partido de furbol o una corrida de toros, además de, los domingos, la misa. Lo demás, al olvido de la web en el mejor de los casos.

De momento, aprovecho para enlazar los vídeos desde aquí:

  • El sistema educativo es anacrónico. No puedo estar más de acuerdo. Hay que verlo completo y entender que sin el desarrollo completo del ser humano, las máquinas siempre serán más eficaces.
  • Todos tenemos la capacidad de ser creativos. Algo que repito sin cesar en mis talleres y que espero ayudar a divulgar para que cada uno encuentre lo que verdaderamente le apasiona y le mueve. El motor de la vida. Y siento estar consiguiéndolo en cierta medida.

Rogaría a todo aquel que encuentre estos textos y vídeos que los vea, al menos una vez en la vida.
De momento, los dejo aquí para no olvidarlos nunca y poder referenciarlos de cuando en cuando. No quiero perderlos. Son de lo mejor que he visto en programas de entrevistas (aunque el Punset me siga pareciendo un soso pedante).

Ventana 20011121, Miércoles

Ya no hay arenilla de patatas entre sus dedos rojos de fregar. Sus manos le duelen de amargura y la irritación no cambia, no cambia.

Lalo ha salido a por tabaco y Maria Luisa le espera viendo la televisión porque tiene que hacer algo que consuma su tiempo. Hoy está cansada porque esta noche no durmió bien.

Tuvo una pesadilla en la que su madre devoraba las manos de una niña que ella reconocía como suyas. Le dolía el mordisco y ver cómo la sangre entraba en esa boca ansiosa, salía por los ojos y cubría la cara de su madre que escupía espumarajos rojos.

Acaba de salir a recoger la ropa tendida aprovechando el intermedio y me puede ver en mi ventana escribiendo sobre ella. Siempre mira hacia acá buscando el refugio que no encuentra en su casa. Mira entre la oscuridad buscando otra mirada que mire entra la oscuridad buscando otra mirada.

Es tímida. Se ha escondido tras la pared encalada de suciedad, trinchera de su vida, para doblar la ropa que, bajo el manto de humedad, va recogiendo.

Vuelve a asomar la cabeza tras el caparazón calcáreo que la cobija. Comienza de nuevo el programa de televisión que está viendo. Se va.

Ventana 20011120, Martes

En el autobús de esta mañana la mujer cabizbaja va pensando en si le quedan patatas para la comida. Ha pensado en mezclarlas con unos calamares que le vendieron a buen precio este sábado en la pescadería donde el pescadero que tiene los labios deformados se queda siempre atascado mirando sus tetas. Eso la excita y procura llevar ropa ajustada a sus pechos: camisetas muy pasadas o prendas de lana fina que han dado toda su vida buen resultado. Le encanta hacer la compra los sábados por la mañana para sentirse superior a las prostitutas a las que encuentra en la frutería. El frutero la conoce por su nombre y, de cuando en cuando, incluso le pregunta por su madre y por su pueblo, como si alguna vez hubiesen tenido algo en común distinto de las manos manchadas por la arenilla que sueltan las patatas.

Lalo nunca se entera de esto, como de ninguna otra ocas que no quiere enterarse porque no le interesa.

Estoy tomándole cariño a esta mujer, no puedo evitarlo, y algún día la saludaré por la calle y ella no sab?á quién soy y no entenderá el saludo e igual se acuerde de cuando este verano me veía desde su ventana mirarla (¿ella sabía que me masturbaba o no sabía que me masturbaba?).

Se acordará de eso y estará tentada por (de) decirme algo, quizá un intento de resultar atractiva sin el morbo del voyerismo. Pero se cuidará de hacerlo por miedo a Lalo y por miedo al ridículo. Al fin y al cabo ella sabe que no es una mujer guapa aunque aún pueda resultar sexy.

Pero está haciendo la compra y el pescadero que le mira las tetas ha acabado con sus calamares y está mirando las tetas a la Puri, la puta que acaba de comprar medio kilo de melones antes que Maria Luisa en la frutería. ¡Será guarra! Pero no tiene na y luego dicen…

Maria Luisa siempre vuelve a casa cada sábado cuando cierran las tiendas para irse a comer y mientras prepara la comida para Lalo y ella se queda absorta en la arenilla de las patatas recordando a Juan, el novio que tuvo en Sepúlveda antes de venirse a Madrid a servir en casa de la amiga aquella de su tía Luci.

Juan había sido amable con ella, pero se cruzó en medio la Juani y se lo quitó, pero eso es porque la Juani era más tetona y a Juan le gustaban así. Pues ahí la tienes ahora, con sus cuatro críos y como una vaca lechera ¿No quería tetas?. Él tampoco había envejecido bien y es que pasarse tantas horas en el tractor a la intemperie no perdona.

Se le están empezando a pasar las patatas…

Feliz feliz feliz

Triplemente feliz porque tres alumnos míos me han regalado sendos libros suyos.

Me enorgullece tanto que me hace sentir útil en el mundo, sentir que gracias a mis talleres, quizá un poquito, se animan a seguir escribiendo, expresándose, siendo felices (como según parece son los escritores) y ayudando a que en el mundo haya un poco más de poesía, un poco más de cariño, de mirada cuidadosa, de besos en forma de versos o similares.

Juan Carlos Ortega ha publicado Canto Cotidiano que me lo dedica diciéndome que me debe mucho. ¡Qué va! Sé que habría escrito este libro casi sin mi ayuda, casi sin mi estímulo. Juan Carlos ya había escrito otro antes de estar en mis talleres y, seguro, escribirá muchos más. Espero, eso sí, que siga explorándose y jugueteando, porque, por lo que sé de él, tiene mucho que explorar y mucho que mostrarnos de su exploración. Esperaré ansioso otros libros suyos.

Ernesto Pentón ha editado también otro canto, canto al infinito, que tuve el honor de prologar. Es un texto estupendo, un libro completo, muy bien acabado, infinito. Ese infinito que juega con nuestro espíritu… pero todo lo que pueda decir ya lo dije en el prólogo, que adjunto:

Prólogo de Canto al Infinito, de Ernesto Pentón
Madrid, julio de 2011

El poeta es la huella de un hombre en un laberinto

Con esa bella frase, Ernesto nos dice que va a hablar de naturaleza, de construcción mental, de humanidad, de sociedad y, sobre todo, del humano poeta, de la poesía como creación, como huella, como marca, como primer signo, como construcción lingüística y corpórea.

La tradición china atribuía la invención de los caracteres al personaje legendario CangJie, ministro del mítico Emperador Amarillo (Huang Di), quien inventa los caracteres inspirándose en las huellas de los pájaros.

Dice la leyenda que, tras unificar China, el Emperador Amarillo encarga a CangJie la tarea de crear caracteres para la escritura. CangJie se sienta en el banco de un río, e intenta con devoción finalizar su tarea; tras muchas horas y esfuerzo, sin embargo, no es capaz de crear un solo carácter. Un día, CangJie vio un ave Fénix que llevaba un objeto en su pico. El objeto cayó al suelo y CangJie descubrió que lo que había delante de él era la impresión de una huella. Como no era capaz de reconocer a qué animal perteneció la huella, pidió la ayuda de un cazador local. Este le dijo que ésta era la huella de un Pixiu, distinta completamente a la huella de cualquier otra criatura viva. La respuesta del cazador inspiró a CangJie, quien pensó que si podía capturar en un dibujo las características concretas que definen cada cosa que hay sobre la tierra, ésta sería sin duda la forma perfecta de carácter para la escritura. A partir de ese día, prestó especial atención a las características de todas las cosas y comenzó a crear caracteres según las características concretas que fue encontrando. Así, CangJie había conseguido recopilar una larga lista de caracteres para la escritura, para regocijo del Emperador Amarillo, quien se encontró con un sistema completo de caracteres.

Como CangJie, Ernesto Pentón, escucha, de la naturaleza, sus mensajes que, al traducirlos a palabras, los convierte en poesía. Usa material de recuerdos, de ella, de arboledas, de islas, de lluvias… y es que en todo verso encontramos la naturaleza, la calma característica de Ernesto. Pero es una naturaleza sublime, sublimada, mística, lo que va a reflejarse en la tipografía escogidísima, discreta pero incuestionable, con la que va a sugerirnos que no habla de lo que Habla.

Misticismo que se manifiesta en mezcla de letras mayúsculas entre minúsculas, guiñándonos el ojo para que apreciemos, como él, aquello que sobresale, que ha de ser mirado. En ocasiones, su juego entre letras mayúsculas y minúsculas las hace completamente diferentes, como cuando, en el Canto XVI, afirma que cuando llegue la lluvia/sólo será la Lluvia. O se le cuela un pronombre en primera persona adornado con la Mayúscula. Y es un placer encontrarlo, porque su Yo también merece enseñorarse.

Un solo Canto, el LXXXIV, le sirve para mostrarnos su transformación, su ascensión a la sabiduría visionaria, al tiempo que, natural y consciente, de cotidiano, el río se convierte tras el devenir de infinitas caras, en el Río.

Versos en los que lo único que sobresale es La Luz o el Aliento de un Yo que es Él, lo quiera o no, en los que el presente, el pasado y el futuro se dan la mano, totalizadores, mostrándonos la vacuidad del concepto de espacio-tiempo, la futilidad del devenir, con una comprehensión del saber oriental que le lleva a afirmar que pasado y futuro eran falsas palabras.

Entre la apariencia y la trascendencia, exhorta a que disfrutemos de la Vida (con Mayúsculas) que ruge por todos lados, niños, gatos, motocicletas, rosales, vecinos… en toda palabra. Y sus reflexiones y preguntas son las de una inocencia poética, infantil, dispuesto a una mezcla de sorpresa y enseñanza socrática en la que algunos poemas breves, casi haikus, acaban resultando un zoom sobre la realidad permitiéndonos asomarnos a su mirada amplia y serena.

A parte de las múltiples referencias al misticismo oriental, hace referencias a la mística hebraica o cristiana, demostrando una erudición nunca pretenciosa. Le pide a Dios, como si lo necesitase, que le ayude a escribir mediante una plegaria irónica en la que construye un poema con la palabra Dios como otra palabra más de un diccionario personal inmenso, disimulado tras la aparente llaneza de sus términos nunca grandilocuentes. No huye de versos eróticos explícitos ni de ningún otro tema. Amatorio y cargado de ternura psicológica, con un erotismo abierto, sin pudor mas sin exabruptos, como todo en él, humilde y amable, próximo, cotidiano y auténtico, su contención alcanza grados soberbios en algunos Cantos, como el XCVI, de acabadísima finura y con la simpleza de una imagen, como la de ¿en tus ojos cantaba una cigarra¿, pone broches sublimes a muchos. En la ciudad, en sus poemas y como persona, Ernesto se da, desde su corazón a sus mocos, pasando por una sonrisa o un Abrazo. Todo lo convierte en Poesía, lírica y mística. En ocasiones triste o melancólico, nunca se deja llevar por la desesperación o la amargura. Contundente y sencillo toca sin miedo, incluso, la poesía social sin politicismos fáciles y posicionamientos de cartón, como en el canto XXII, encabezado por un epígrafe de Allen Ginsberg y es que pasea entre los Beat como entre poetas de la dinastía Tang, aprovechándolos, usándolos, pero sin perder nunca su singular voz.

Más allá de la obvia influencia oriental, japonesa, china o sufí, con su título de Cantos, semeja emular a Whitman o Pound, de quienes, sin duda, ha bebido influjos benéficos, pero no solo de ellos y es que en la poesía de Ernesto podemos encontrar pequeñas pinceladas de innumerables autores que le han regado hasta hacer de él y de su poesía una poesía propia, característica de su cosmovisión. Influjos también de Oliverio Girondo, de quien usa algunos de sus recursos para demostrar que, con ellos, también se atreve a experimentar en poesías de corte más vanguardista y osada, saliendo más que bien parado del embate. Se puede seguir o trazar la evidente influencia de los místicos sufíes, en especial Rumi y hasta bebe de fuentes bukowskianas o de realismo sucio; quizá indicios de Raymond Carver se pueden atisbar entre sus versos, como, claramente, en el Canto XXXVII.

Tarda en darnos pistas de que se trata de un escritor de este siglo, de este milenio, mostrándonos algunas palabras como ordenador o telefónica que también aprovecha como escritor pleno que es y que no repara en afirmar que cuando no hay nada que hacer… siempre se puede escribir un poema. Escribe poemas dentro de poemas que son cantos dentro de cantos. Cantos que son piedras (seguro que Ernesto lo ha pensado), cantos rodados, cantos de río, cantos de poeta, cantos de pecho.

Juega con las palabras con abundantes recursos bien integrados y sin abusos manteniéndose en un perfecto equilibrio formal. Utiliza con frecuencia el paralelismo como en el Canto XV, usando esa imagen especular del río o lago que refleja el mundo, cuando alguien lo está mirando, claro, con lo que sumerge al lector en un juego de imágenes, que reflejan imágenes, que reflejan una mirada, que refleja una mirada que, en última instancia, es la suya. Con las onomatopeyas fabrica una forma nueva de hablar, un lenguaje, como poeta que ya domina todo lo que desea, se atreve a escribir dándole voz a bebés y gatos, a coches y noches. Y hasta se permite jugar con la rima en asonantes estrofas de cuando en cuando.

Con total impunidad o libertad se apropia de nombres y los convierte en verbos, inventa vocablos, domina las palabras y jamás se deja dominar por ellas, combina adjetivos de maneras inesperadas, descontextualizando las palabras para construir metáforas de una belleza surrealista, poética y cuando el juego de las imágenes, de las palabras, de los versos, se le queda corto, busca también divertirse con cada una de las letras, como en el Canto CVII. O con las disposiciones tipográficas como en el Canto CXIV donde varias lecturas son posibles en un breve poema.

La ausencia de signos de puntuación favorece el flujo de un texto modesto de forma pero complejo y profundo, de una hondura humana y casi divina. El infinito (que califica estos cantos), el absoluto, lo inhumano, conviven con lo humano, con todo lo humano que va encontrándose a lo largo del libro hasta empaparnos de humanidad.

Inevitablemente, le importa la grafía como a todo poeta preocupado por la palabra precisa, exacta, bien definida. Ernesto nos propone su juego de tipos, de signos lingüísticos, de letras, palabras, versos y poemas para satisfacer el imperio del placer de la lectura de sus poemas místicos, líricos y definitorios de un mundo, reflejo y al tiempo constructores del mismo. Hay motivos para la alegría cuando nos encontramos con la joya poética que nos regala en este libro cargado de poesía. Eso le convierte, remitiéndonos al señor Celaya, en un traficante de armas o almas, pues yo diría que se ha especializado en las almas, la suya y la de toda la naturaleza, que me incluye, que te incluye, lector, que nos incluye a todos.

Porque, sobre todo, Ernesto Pentón es un poeta, o Poeta, de los que deja bajar al papel las Palabras que le llegan trabajando en un compromiso con la palabra poética que le convierte en escritor, le guste o no, por esa necesidad de la que hablaba Rilke en sus cartas y es que, como afirma en algún verso, Ernesto es de lluvia de la que caen palabras hasta empapar hojas con poesía. Menciona en ocasiones el papel en blanco y el silencio, atributos de poeta sosegado. Una de sus mitades, al menos, es tan poética que, según sus propios versos, se descompone en palabras como astato radioactivo.

Nos dice en varios de los Cantos el porqué de su necesidad de escribir, de su naturaleza de escritor:

escribo para disimular lo que no existe
lo que se fue con el vuelo
del ave nocturna

El final del Canto LV, me siento a describirte, descubre la magia, el misterio: escucha la Vida y la describe, con labios de poeta. Y en el acto simple de sentarse radica la actitud de un trabajador del verso que hace que aparezca, que se manifieste ese misterio. Y, al mismo tiempo, la acción en sí es un manifiesto de intenciones, de dedicación, de seguir los pasos de CangJie e inventar un nuevo lenguaje.

El eco de su voz, su palabra-poesía da forma a todas las cosas, grandes y pequeñas, las crea como el primer creador, creando un mundo pisado por primera vez. Y hasta escribe un poema a medias con un bebé balbuceante, tiernos y candorosos (Ernesto y el bebé). Es en estos poemas con su hijo donde se muestra singularmente delicado, cuando, partiendo de la frescura de una palabra infantil que nos hace temblar de emoción como la que él debió sentir, nos traslada a su mundo y su manera de vivirlo, nos invita a su intimidad.

En sus poemas busca algo que no sabe qué es pero, lo mejor de todo es que, en ocasiones, lo encuentra y notamos su sorpresa, su felicidad en el hallazgo, su felicidad por dejar que el poeta que lleva dentro le descubra un mundo que no podría ver sin esos ojos de la poesía. Ernesto viene del otro lado, de donde nacen las horas del revés, que es el lado de la poesía y si tiene un imperio, es este Canto al Infinito.

Ernesto le habla a los poetas con una ilusión contagiosa de optimismo valiente, inocente, aunque no ingenuo y con frecuencia pregunta al lector o al aire que late entre este y el poema.

y si no llegas no importa
porque yo lo que quiero
es esperarte

Y yo le contesto: lo que quiero es esperar el siguiente libro de Ernesto Pentón, seguir siempre esperando de él, viviendo, gracias a él, nueva poesía.

Y, por último, me alegra saber que también está entre mis alumnos (aunque aún no puedo decir que le haya influido mucho, pero puede que sí algo) Francisco Legaz, quien mantiene un blog interesantísimo y que ya lleva escritas 9 novelas y libros de relatos… espero que pronto, al menos en un año, esté escribiendo poesía regularmente.

No es que rechace la prosa, pero la poesía es más libre… ¿o no?

Bah! son tonterías, es solo que creo en la poesía, es una cuestión de monoteísmos… o algo así.

Esto no es una broma