Ventana 20011122, Jueves

Me tiemblan las piernas sobre el futuro revistero. Me corre la mano nerviosa, sin poder parar, el corazón en un puño, se ha cerrado el pecho y puedo notar el miedo en mi estómago: no me llama.

Veo la ventana con sus lucecitas ocres ocultando la simple frustración de Maria Luisa que no piensa nunca en el suicidio, en huidas desesperadas, en arrojar la toalla del aguante y viajar a otros calizales, moribunda se arrastra en una vida sin colores.

Yo tengo miedo de mí mismo. Tengo miedo a llorar y no poder parar jamás y ahogarme en mis lágrimas, tengo miedo a dejar que mi grito salte la tapa de mis sesos y no me atrevo a mirar a esa ventana donde mi espejo me lee mi futuro.

Compruebo si hay mensajes, si el teléfono funciona y no tiene línea. Sí, sí tiene línea pero no lo había probado bien. Malas pasadas que juegan los nervios. No temo a la hoja en blanco, temo a la hoja gris y a mi encefalograma alterado diciendo que puedo estallar, que mis neuronas sueltan chispitas y hacen katapún y se acabó. Tengo miedo y miedo y miedo en esta estúpida atalaya que no impide que mis piernas tiemblen apoyadas en esta aún no revistero que aplasto con mis botan que aprietan mi dedo anular del pie izquierdo.

Estoy sudando y soy consciente de que hace frío pero la agitación termo-nuclear produce diecisiete soles y un temblor en los párpados que indica que sobrepaso el límite de vibraciones recomendable.

Laten todos mis músculos de forma asíncrona. Son latidos de un corazón angustiado que ha de tener escapatoria.

Maria Luisa ¡Ven a salvarme! ¡Te necesito!

Pero ella sigue al otro lado de su soledad, al otro lado de su ventana, cárcel que impide un mundo donde confluyen las estrellas con mis ojos y la esperanza con una sopa caliente.

No hay forma de esquivar el fondo de mi alma. Estoy pensando emborracharme y creo que lo haría si hoy fuese un martes trece. Pero es jueves, jueves normal (mortal) y unos labios sellados se niegan a relajar los músculos de las mandíbulas.

Maria Luisa está olvidada por un trauma infantil del que no estoy sanado. Pero ya es tarde.

Esto no es una broma