Después de todo, parece que no les tocó la lotería. La gente había estado esperando hacerse ricos de la noche a la mañana, o de la mañana a la noche, como si se lo mereciesen, como si tuviesen que ser ellos, olvidándose de que si les tocaba a ellos era a costa de que no les tocase a los demás.
Siempre me pregunto cómo es de ingenua la gente que es capaz de confiarse a la suerte en lugar de desear cambiar por sí mismos lo que no les guste. Pero esto es muy simplista, sé que hay muchos motivos por los que la gente (que es múltiple y variada) juega a juegos de azar como este, que incluyen la tradición, la compartición de una ilusión (de ilusos) común…
Pero también me pregunto por qué no se plantean jugar de manera que la victoria fuese compartida completamente por todos los habitantes de un mismo entorno, digamos nación. Por ejemplo, cómo habría sido que todo lo ganado fuese siempre aportado a las arcas públicas directamente. Pero no, la realidad es que el estímulo del juego es, principalmente, la ambición, la dura y directa ambición y cuanto más individual mejor. No hay intención de compartir con todos el dinero ganado, como mucho con los muy íntimamente allegados como si los demás no existieran, apelando a la tribu familiar, al viejo llamado de la sangre.
No entiendo la lotería. Sé que no la entiendo. Sé lo que se beneficia el estado, que a punto estuvo de venderla para conseguir efectivo, sin hacer bien los cálculos y darse cuenta de que ingresa más si no la vende, haciendo gala de ese compartido anhelo de bienes materiales que es lo único que se comparte verdaderamente en la vana ilusión navideña.
Y aún soy mirado con recelo cuando digo que yo nunca juego (dinero) o que deseo que el único que se enriquezca sea el estado para que pueda repartirlo racionalmente. Sé que es un planteamiento muy racional, quizá demasiado frío, pero es que no puedo empatizar mínimamente con ese estímulo del afán desmedido de ganar dinero para modificar la vida de quienes no la modificarían nunca.
Le pregunté al padre de Carmen qué haría si le tocase la lotería y me acabé encontrando con que sería igual de infeliz que es ahora, repetiría los errores que le han llevado a estar donde está, quejándose de tener una casa que mantener, me dice que si le tocase la lotería se compraría otra casa… y así, es sólo un ejemplo, otros muchos repetirían los errores que cometen en sus vidas o los aciertos pues puede que lo sean, que sean las cosas que quieren hacer aunque no se lo reconozcan a sí mismos, por que viven inconscientes de sus propias voluntades.
Uno de los pocos textos que no he escrito en primera persona, como si realmente a mí no me pasase nunca. Puede que sí, pero no con los juegos de azar. El azar puede intervenir (e interviene) en mi vida, pero no apuesto o espero a que sea este el que la dirija, el que me ayude a tomar las decisiones que considero que deseo tomar.
El hombre está obligado a ser libre. No serlo es una irresponsabilidad. Y la libertad se ejerce tomando decisiones.
Aunque sé que es una opinión y solo mi opinión.