Aún recuerdo el tierno viaje a Santander, con la belleza de sus campos que se cerraban acercándose a la ciudad, preciosa, donde impartí un Taller de Poéticas Objetuales y Performance durante el último fin de semana del mes de Enero de 2012.
Jana y sus compañeras de piso, las adorables Marta y Lu(cía), decían vivir en Manhattann por la belleza de las vistas desde sus ventanas. Mejor no les cuento que, cuando estuve en Manhattan, las vistas eran espantosas desde las habitaciones de los mortales, pues los edificios son tal altos que, a duras penas puedes ver algo distinto a una enorme pared frente a tu ventana. Ya querría Manhattan (la de los mortales) tener las vistas que había desde este piso 11 de las afueras de Santander. Me enseñaron a distinguir a una ola del mar que tiene el divertido nombre propio de La Vaca Gigante.
El domingo por la mañana callejeando acabé por llegar antes de tiempo al lugar en el que se impartía el curso y pude aprovechar para observar el suelo. Sé que eso de mirar el suelo en exceso es peligroso y puede conllevar a la pérdida de conciencia por el choque con una farola, por ejemplo, ya me lo decía mi padre, pero también lleva a una mirada cariñosa de lo que todos damos por sentado o por pisado, que son las baldosas y cuya belleza, en ocasiones, merece una o dos fotografías.
Las líneas que trazan son tan adorablemente geométricas que les dediqué un proyecto fotográfico entero, llamado Líneas (en Madrid) a lo largo del 2011.
Para terminar, me encontré, en la otra acera del sitio al que me dirigía, la fotografía triste y pesimista a la que ignoré, salvo por el hecho de que me resultó interesante saber que, en el peor de los momentos, siempre nos quedará la escritura, aunque sea en las paredes.
Que no, que no es verdad. Tu vida es lo que tú quieras hacer con ella. Si es una mierda es porque eres coprofílico… y eso es cosa tuya, no me meto… pero «LA» vida no existe. Existe como vida de alguien, último y único responsable de el resultado en el que se convierta ese LA.
Así que a trabajar y a hacer que no sea una mierda: aléjate de todo aquello que te huela mal. Es una pista para alejarse de la mierda. Aléjate de lugares en los que haya muchas moscas, aunque eso te pueda dejar en soledad. Pero, seguramente, evitará más de una mala pisada.
Y si, por último, caes en la mierda en la que tu vida puede caer, no olvides que no es nada más que un paso en un camino. Sigue caminando y procura andar en dirección a algún lugar sólido y limpio en el que te sientas a gusto.
No dejes nunca de caminar… salvo que te guste quedarte donde estás. O jódete.