Deprimido?

Mi queridísimo amigo Jose, peculiar habitante de mi amada Donostia, me hizo saber que no podía leer con asiduidad este diario porque afirmaba que le parecía que yo estaba muy deprimido y volcaba mis tristezas en estas líneas.

Como siempre, me hizo pensar… quizá demasiado y quizá sea ese el «problema», en caso de que haya algún problema. Y puede que sí, puede que sea algo depresivo lo que escribo en este diario. Sé que hay muchas cosas sobre mi salud, pero es que surgió en ese momento en el que lo único que quería era gritar dolor… y me dolía… y fue algo terapeútico, pero sobre todo por lo que tuvo de válvula de escape que favorecía que a mis amigos cercanos dejase de aburrirles con mis cuitas, que eran las que me ocupaban.

Quizá aún lacra ese origen un tanto lúgubre y que, sin embargo, celebro como alegre, porque comparado con lo que realmente sentía, era muy optimista y vital: me hizo sentir que, cuando no lo creía en absoluto, servía para algo. Era un ser con algo que aportar, aunque fuesen tristezas.

Con el tiempo sé que me he ido instalando en cierta crítica de mi entorno social, político, un tanto vacua y sin vocación de ser muy constructiva. Pero también era algo que quería hacer desde hacía años: tener un lugar en el que mis reflexiones no se borrasen o se las llevase la lluvia como lágrimas de replicante.

Pero también siento que ha ido convirtiéndose en mi lugar de confesión más puro, casi pudiendo suplir esas confesiones de confesionario… pero más sencillo y carnal. Y si de eso sale algo triste… quizá es que realmente esté triste.

Algo hay de cierto en lo que ha leído, entre líneas, mi buen amigo, y es que desde que tuve la maldita fisura anal siento que mi vida se ha partido en 2. El otro día Xabi, otro grandísimo amigo, de esos pocos que tengo de género masculino, me decía que los cuarenta eran como el canto de un disco… y que empezábamos a vivir en la cara B. Eso mismo es lo que siento en general, esa sensación de lado oscuro, de lugar de decrecimiento o, cuando menos, de no crecimiento, me enturbia el ánimo.

El caso es que, gracias a verles, a Xabi, a Jose, a Poto, a los hombres, sobretodo, me sentí algo aliviado porque ellos están como yo, algo afectados en sus saludes respectivas, algo tocados por la edad, algo ajados, pero con ganas de seguir dando guerra. Porque no se acaba nada, porque algo nuevo empieza… y estar con ellos me ha ayudado a saber que estoy empezando a vivir otra fase de mi vida con la que mejor no enfadarme. Aceptar o no aceptar. Esa es la cuestión.

¿Quiere eso decir que dejaré de escribir cosas que depriman en este diario mío?

Pues no. Escribiré, como hasta ahora, lo que me dé la real gana, pero siendo un poco más consciente de que tengo un poso de tristeza que se va menos que antes, pero es una tristeza superficial, casi basada en la dermis, en la epidermis irritada que mi ano me recuerda a cada rato.

Una tristeza que dista mucho de ser la existencial que antaño me habitaba, una tristeza que no llueve asfalto, que no parte de soledades densas, sino de poco más o menos la oxidación de algunas de mis células.

Tristeza de la de ojos grises y lluvia… pero que tiene un lado bien bello… si se mira con esos mismos ojos llenos de amigos.

Quiero vivir esta tristeza
sin olvidarme de vivir.

Esto no es una broma