Últimamente me encuentro cansado de aguantar indecisiones ajenas. Sé que es un poco exigente querer que las respuestas sean sencillas, directas, concretas todo el tiempo, pero…
Si propongo a alguien quedar a comer conmigo, espero que tenga facilidad para decirme si puede o no, y, en caso de no saberlo, se haga cargo de su indecisión y me diga que no cuento con él o con ella, para que yo pueda hacer mis planes independientemente. Vamos, que respete mi tiempo.
Pero es más fácil decir que espere, que espere yo, claro… que mi tiempo no vale, que no pasa nada, que me responderá en breve… y mientras, yo, a esperar.
Y eso no es todo.
Cuando por fin yo impongo mis límites, mi «hasta aquí puedo llegar» (emulando a mi amigo Adolfo, quien emulaba a no sé qué personajillo de TV), entonces soy tachado de inflexible, de intolerante, de exigente con un típico ¡cómo eres!
Pues bien, empiezo (llevo ya un tiempo) a hartarme de esta tontería de indecisos que hacen difícil lo que debería ser fácil.
A veces ocurre con algún alumno de mis clases particulares, que tardan en contestarme, que me confirman tarde, etc… y me aguanto, pero es que me pagan por ello. Pero cuando esto me pasa con algún amigo o alguna amiga, acabo por cansarme de ese amigo o esa amiga.
No me apetece repetir la convocatoria y volver a ese ciclo del «no sé, aún no sé, te digo algo dentro de un tiempo, pero no hagas planes por tu cuenta…»
Voy a ser más inflexible:
A partir de ahora, un no sé, lo tomaré como un NO. Y lo haré saber, para que no queden dudas. Y luego siempre habrá opciones de reintentarlo. Pero estoy harto de ser quien espera por intentar ser un buen amigo.