Recuerdo un ejercicio que propuse en un taller de Creatividad en Riaza: Construir algo entre todos sin saber qué iba a ser. Teníamos piedras y estábamos en un cortafuegos en mitad de la montaña. Al ir apilando las piedras, sin ninguna jerarquía que tomase decisiones sobre qué forma construir, edificamos, sin quererlo o querido por la gravedad y algunas otras cosas más o menos entrópicamente explicables, una pirámide.
No es tan sorprendente como para imaginar como explicación de esta semejanza internacional o intercultural ni más ni menos que unos extraterrestres que han venido de otros planetas a levantar pirámides.
Es una forma bastante simple. Apila tu ropa desordenadamente y acabarás obteniendo una pirámide en una habitación, como hizo (o hacía) mi querida amiga Sylvia. Si fuesen pirámides invertidas, otro gallo cantaría… pero esto…
¡Ay! ¡Qué necesidad de explicaciones complejas cuando se tienen sencillas a mano! Si Ockham levantase la navaja…