Mejillones con salsa de tomate y bacon

Hacía tiempo que no escribía una receta en el diario. Y esta vez va otra con mejillones, baratos, nutritivos y muy fáciles de preparar.

A partir de una fotografía que Carmen hizo de unos mejillones que comió en Bruselas durante su estancia en un encuentro de tango hace unos meses, decidí copiar la idea: Realizar un sofrito muy caldoso que añadir a unos mejillones al vapor, básicamente.

Ingredientes para 2 personas:

  • 1 diente de ajo (o dos pequeños incisivos)
  • 1 cebolla grande (lo del tamaño, a pesar de no usar un adjetivo relativo, sí que lo es)
  • 2 tomates maduros (debo añadir otra vez lo de grandes, pero pueden ser medianos o enormes… según se mire)
  • 150 gramos de bacon (¡por fin algo en el sistema internacional!)
  • 1 vaso de vino blanco
  • 1 cucharada de harina
  • 1 cucharadita de azúcar
  • 1 limón
  • 600 gramos de mejillones

Preparación:

Lo más tedioso de usar mejillones es limpiarlos uno a uno, quitándoles las barbas, sin que se pueda llamar propiamente afeitarles, hasta que queden lo más limpios posibles. Descartar los que estén abiertos es algo que me duele en el alma, pero parece ser que conviene hacerlo así.

Yo voy depositando los que estén limpios dentro de la cazuela que voy a usar para cocerlos al vapor con el jugo de un limón que exprimiré cuando estén todo los que puedan haber sido salvados de la basura.

En esa cazuela los coceré a fuego lento, con la misma tapada, hasta que estén abiertos todos o casi todos. Conviene recordar que los que no se abran no se podrán comer.

Menos mal que los mejillones son baratos, porque entre lo que se pierde en la limpieza y los que no se abren, sumado a que las cáscaras no es posible comérselas… queda poco y nada. Pero rico en nutrientes, según tengo entendido.

Para la salsa, bien simple:

Echamos 3 cucharadas de aceite de oliva, que ni siquiera pongo como ingrediente, sobre una sartén honda. En el aceite, antes de que esté caliente, el ajo laminado.

Cortamos la cebolla mientras tanto en trozos pequeños. Lo agregamos sobre los ajos antes de que estos se quemen. Y seguimos cortando, en esta ocasión, el tomate. Yo lo suelo hacer de forma bastante peculiar, pero no es momento de explicarlo.

Añadimos los taquitos de bacon (si no está previamente en tacos, cortarlos antes). Esperar a que el bacon suelte parte de su grasita y se mezcle con la cebolla que debe de haber ido cogiendo transparencia.

Echamos el tomate cortadito en trozos sobre el sofrito y dejamos que vaya soltando juguito. Para ayudar, podemos añadir una cucharadita de azúcar, sí azúcar, que va haciendo que el tomate suelte más jugo y además, parece ser, reduce su acidez.

Cuando el tomate esté bien desmenuzado y haya soltado su jugo, añadimos una cucharada no muy llena de harina. Removemos asegurándonos de que no se pega ni se quema, que suele ser habitual con esta materia. Es el momento de verter el vasito de vino blanco, que puede ser directamente de un cartón (sin pasar por el vaso si sabes calibrar aproximadamente 200 ml). Seguimos removiendo la mezcla en un intento de que coja consistencia pero no demasiada… ¡hala, a joderse con las aproximaciones y los mensajes difusos!

Por otro lado, cuando se hayan cocido los mejillones, se cuela sobre un recipiente para aprovechar el líquido posteriormente, sumándoselo al sofrito para recuperar parte de los sabores de los mejillones y el limón.

En esta misma cazuela mantenemos los mejillones y sobre ellos añadimos la mezcla atomatada cuando se hayan mezclado bien los ingredientes en la misma. Dejamos que se caliente un poco más y que los mejillones se penetren de caldo y salsa…

Servir, idealmente, en una cazuelita individual y acompañar de un vino blanco de Rueda, seco, o un Albariño o un Ribeiro (según el gusto).

Yo lo disfruté ayer con Carmen y fue un placer, todo un placer. Para mojar pan, en este caso, un pan alemán de centeno, negro y apetitoso.

Esto no es una broma