10 Razones para hacer un taller de Poesía

Hace unos días una amiga me decía que mis convocatorias de talleres de poesía no le parecían atractivas, que no se apuntaría, incluso sabiendo que soy un tipo interesante y divertido. Me resultó todo un desafío pensar por qué no estaba siendo atractiva la información. Y repensarla. He escrito estas 10 razones por las que yo recomendaría apuntarse a mis talleres de poesía. A ver si esto resulta algo más claro:

1.- Asistir a un taller de poesía (al menos de los míos) es una actividad divertida, muy divertida, de hecho. Una de las cosas más sorprendentes es que siempre que sale alguien de una clase de prueba dice algo similar a «jo, pues me lo he pasado mejor de lo que pensaba». Lo que no deja de extrañarme. ¿Es que esperaba pasarlo mal? Y puede que sí, que claro, como no digo esto de que es divertido, pues no se lo espera.

2.- Un taller de poesía (de los míos) no es un curso de literatura. Claro que se leen autores, y hasta se contextualizan, pero de lo que se trata es de escribir, escribir, escribir… Y me pongo pocas veces literario, porque no creo que sea lo que más ayuda a escribir. Me he llegado a encontrar (frecuentemente) que la gente me pide que cuente más cosas de las biografías o de las poéticas de tal o cual movimiento o poeta, pero las clases son cortitas y se va al grano: escribir, escribir y escribir.

3.- Ya, pero ¿cómo escribir? Pues de cualquier manera. Es fácil, tan fácil que parece que no hago nada, ¿qué me enseña un profesor de un taller de escritura? ¡Yo no enseño a escribir! Ni siquiera enseño una poética. Propongo juegos que incentivan, que facilitan la escritura, que hacen que no sientas que eso de escribir es difícil o que tienes que tener algo especial que contar.

4.- ¿Tengo que esperar la inspiración? Pues no. No, no, y no. La inspiración es importante, pero en un taller de poesía (al menos de los míos, insisto) se busca trabajar el músculo, ampliar la mirada, cambiar la manera de ver el mundo, desarrollar la creatividad, trabajar la recuperación del material cotidiano, es decir, que siempre se tiene algo especial que contar. Aunque parezca que no merece la pena, lo que más importa es contar lo propio, lo que a cada cual le ocupa o le preocupa, y eso es lo verdaderamente «auténtico». Y cuando llegue la inspiración… ¡pues que te pille trabajando!

5.- Pero a mí, ¿qué me aporta un taller de poesía? Especialmente en estos duros tiempos de crisis… Pues entre otras cosas, esa de cambiar la manera de ver el mundo que decía antes, puede ayudar a ver belleza donde no la encuentro, o un rato agradable, un tiempo para mí, un tiempo que me doy con el que descubrir mi lado más creativo, más atrevido, y ese atreverse da una sensación de libertad increíble. Y la libertad creativa (casi algo redundante) es algo que procuro estimular por encima de todo en los talleres de poesía que propongo.

6.- Pues yo no entiendo la poesía. Suele ser la objeción más habitual. Esto es lo que tiene que ver con esta cosa de lo contemporáneo. El mundo ya no es tan fácil, al menos no es tan sencillo de entender, y sin embargo es el mundo en que hacer cosas es más fácil de lo que lo ha sido nunca. Creo que gracias a este tipo de talleres se entenderá mejor… no tanto la poesía, como el hecho de que no sea tan necesario entenderla para disfrutarla.

7.- Un taller de poesía (de los míos) no es terapéutico. No va a hacer llorar a nadie, haciendo que tenga que desgarrar sus vestiduras, romper las barreras de su pudor, confesar sus deseos inconfesables. Cada cual, cuidadosamente, irá decidiendo su grado de compromiso personal, íntimo, su forma de acercarse al hecho de poner en público sus textos. Soy especialmente cuidadoso de hacer entender que no hago terapia, no busco que los asistentes estén más sanos, ni que tengan que pasar por más o menos dolorosos procesos catárticos. Es un taller de escritura. Quien quiera terapia, que me pregunte… tengo unas buenas amigas terapeutas que pueden ayudar.

8.- Estar en un grupo de un taller de poesía es integrador, me hace sentir menos soledad. No soy tan raro o tan rara como siempre pude haber pensado si es que estoy leyendo esto. No, de eso nada, hay mucha gente parecida (y diferente al mismo tiempo) que comparten un rato haciendo algo que une, entretenido e interesante. Y encontrar a esa gente, que se trata bien, que se respeta, que se cuida, que se aprecia, que se admira, incluso, es tan bonito que solo por esto merece la pena probarlo. La gente de mis talleres es tan maja… Y dicen que es por mí, pero no me lo acabo de creer.

9.- Taller de Iniciación a la Creación Poética Contemporánea es un nombre bastante pedante, pero es que tengo una pequeña deformación: ser demasiado fiel a lo que digo que hago. Se habla de creación poética y no de poesía, para poder incluir, sin tener que aclararlo, la prosa poética, la poesía en prosa y otras formas contemporáneas, pero contemporánea porque el único que va a decidir si la obra es buena o mala es el poeta. Y esto es un poco desconcertante, porque estamos tan acostumbrados a que nos digan si lo hacemos mal o bien que eso de que no haya nadie que lo diga resulta un poco desalentador, pero luego, superado el primer impacto, es todo lo contrario: se puede sentir esa libertad de la que hablaba antes, ese aire fresco que permite explorar sin miedo lo que cada poeta tenga que decir. Y es un Taller porque se escribe, se escribe, se escribe…

10.- Seguro que hay más de 10 razones que se me ocurren para hacer un taller de poesía (de los míos, al menos), pero si ninguna de esta te ha convencido todavía, puede que no quieras hacer un taller de poesía. Tampoco es tan importante. Hay muchas otras cosas que hacer en el mundo… aunque una hora a la semana, rápida, divertida, interesante, creativa, económica, que te puede transformar la vida, hacia donde tú quieras, libre, fácil, intensa… ¿De verdad que no quieres probar ni siquiera una clase gratis?

Historia de los Eslavos Polabos

Una traducción de la historia de los Eslavos Polabos, de inglés a español, que he agregado a Wikipedia, intentando contribuir de alguna manera a su distribución. Es tan útil saber esto…

Los eslavos Polabos sustituyen a las tribus germánicas que habían emigrado de los siglos I al VI durante la era de las grandes migraciones. Su área de asentamiento permaneció bastante estable a lo largo del siglo VIII.

Carlomagno contrató a los obroditas como aliados en su campaña contra los sajones rebeldes de Holstein. Muchas de las tribus eslavas se convirtieron en dependencias del Imperio carolingio y los francos crearon la Marca Sorbia para defenderse contra los sorbios. Einhard en «Vita Karoli Magni» describe una expedición al territorio eslavo dirigido por el propio Carlomagno, en el 798.

Campañas alemanas contra los eslavos comenzaron en serio durante la dinastía Otónida. Henry the Fowler atacó a los eslavos en varias campañas con su caballería. Durante los reinados de Enrique (Henry) y su hijo Otón I, se establecieron varias marcas para proteger las adquisiciones del este. Tras la muerte de Gero en el año 965, la Marca Geronis se dividió en la Marca del Norte, la Marcha de Lusacia, y la Marca de Turingia, esta última dividida en las de Zeitz, Merseburg, y Meissen.

Obispados como Magdeburgo, Brandemburgo y Havelberg se crearon para apoyar la conversión de los eslavos al cristianismo. Después de la derrota de Otón II en la batalla de Stilo en el año 982, los paganos eslavos se rebelaron contra los alemanes al año siguiente, y destruyeron los obispados de Havelberg y Brandenburgo.

Algunos eslavos avanzaron sobre el Elba en territorio sajón, pero se retiraron cuando el duque cristiano de Polonia Mieszko I, los atacó desde el este. El Sacro Imperio Romano sólo conservó el control nominal sobre los territorios eslavos entre el Elba y el Oder. A pesar de los esfuerzos de los misioneros cristianos, la mayoría de los polabos vieron a Jesús como un «dios alemán» y permaneció pagana.

El príncipe obrodita Udo y su hijo Gottschalk expandieron su reino mediante la unificación de las tribus obroditas y conquistando algunas tribus Liutizi en el siglo XI. Alentaron a los establecimientos de los obispados de apoyo a la actividad misionera cristiana. Sin embargo, una revuelta en 1066 condujo a la muerte de Gottschalk y su sustitución por el pagano Kruto de Wagria. Henry, hijo de Gottschalk, finalmente asesinó a Kruto en 1093. De 1140 a 1143 los nobles Holsatian avanzaron hacia Wagria para establecerse permanentemente en las tierras paganas Wagri. El Conde Adolfo II de Holstein y Enrique de Badewide tomaron el control de los asentamientos polabos en Liubice y Racisburg.

Impresionados por el éxito de la Primera Cruzada, los sajones comenzaron a llamar a una cruzada en contra de sus vecinos eslavos. La Cruzada Wendish (Wendos era una forma de llamar a los eslavos occidentales) de 1147, coincidiendo con la Segunda Cruzada, que resultó ser un fracaso, lo que resulta en devastación de las tierras Liutizi y conduce a bautismos forzados. La campaña, sin embargo, aseguró el control sajón de Wagria y Polabia. Los obroditas quedaron, en gran medida, en paz con los sajones durante la siguiente década, aunque los piratas eslavos invadieron Dinamarca.

A partir de finales de la década de 1150, el rey Valdemar el Grande de Dinamarca solicitó la ayuda del duque Enrique el León de Sajonia contra los eslavos; su cooperación llevó a la muerte del príncipe obrodita, Niklot, en 1160. Los dos señores cristianos distribuyen gran parte del territorio conquistado entre sus vasallos. Cuando el hijo exiliado de Niklot, Pribislav, planeaba una rebelión obrodita, la pareja tomó represalias al ocupar Demmin y alejar a los aliados de Pribislav. Después de conquistar Wagria y Polabia durante la década de 1140, los nobles sajones intentaron expulsar a los eslavos nativos y reemplazarlos con sajones colonos flamencos.

La revuelta de 1164 obrodita conducida por Pribislav, el hijo de Niklot, convenció a Enrique el León de que el mantenimiento de los eslavos como aliados sería menos problemático. El duque devolvió el poder a Pribislav, conveertido al cristianismo, como Príncipe de Mecklenburg, Kessin y Rostock, y un vasallo de los sajones.

Las tácticas y armamento fueron decisivas en las campañas de Dinamarca contra los eslavos orientales polabos: Los daneses utilizaron flotas costeras rápidas y fluviales provistas de redes, tácticas similares a las de los vikingos. A pesar de que carecían de experiencia en el asedio, los daneses eran capaces de paralizar las regiones eslavas mediante la quema de cultivos y los suburbios sin muros. Los contraataques eslavos fueron rechazados por ballestas y arcos largos de Noruega. Los daneses ocuparon Rugia en 1168, la conquista de la fortaleza de Rani Arkona. Similar a la restitución de Henry de Pribislav como vasallo sajón, Valdemar permitió al príncipe Rani Jaromar gobernar como vasallo danés cristiano.

Después de que Valdemar se negase a compartir Rugia con Henry, el duque de Sajonia solicitó la ayuda de la confederación obrodita con los Liutizi contra los daneses; Valdemar puso fin al conflicto mediante el pago de una cantidad a Henry en 1171.

Alarmado por la expansión del poder de Enrique el León, el emperador Federico Barbarroja depuso al duque de Sajonia y redistribuyó sus tierras en 1180/81. La retirada del apoyo sajón dejó Liutizi y a sus partidarios de Pomerania vulnerables a la flota danesa. Una flota eslava intentó recuperar Rugia, pero fue aplastada en la Bahía de Greifswald el 19 de mayo 1184.

Monjes daneses se encargaron de la actividad misionera en las abadías de Pomerania y el Príncipe Bogislaw I se rindió al rey Canuto VI en 1185 para convertirse en vasallo del rey danés. Pribislav, un príncipe cristiano de la Hevelli, legó sus tierras al sajón Alberto el Oso después de su muerte, lo que condujo a la creación del Margraviato de Brandenburgo.

Los sorbios de Lusacia permanecieron independientes en gran medida. Ellos fueron sometidos temporalmente por Carlomagno pero, después de su muerte, los vínculos con los francos estaban rotos. En una serie de sangrientas guerras entre 929 y 963 sus tierras fueron conquistadas por el rey Enrique I el Pajarero y su hijo Otón el Grande y se incorporaron al Reino de Alemania. En el siglo XIV, la mayoría de los eslavos que vivían allí habían sido germanizados y asimilados. Sin embargo, los sorbios, los descendientes de la Milceni y Lusici, han conservado su identidad dentro de Lusacia, una región dividida entre los estados alemanes de Brandemburgo y Sajonia.

Esto no es una broma