Me cansa un poco el tema de la presunta visibilidad que tiene como objeto la igualdad de derechos de género. Estoy un poco cansado de algo que nuestro idioma de manera natural tiene resuelto sin ser problemático.
Sé que no es muy políticamente correcto decir esto, pero sigo pensando, es más, cada día estoy más convencido, que es una especie de pantalla de humo, de lucha contra nubes, de pelea en la que no se gana nada.
Creo que, incluso en el mejor de los presuntos casos posibles: que reformásemos completamente el lenguaje para que no contuviese géneros, para que incluyese en todo caso un género neutro, como tiene el inglés, por ejemplo, no mejoraría en absoluto la visión machista, falocrática, de la sociedad.
Es posible que esté equivocado, pero sinceramente, lo tengo poco claro: yo me considero una de las personas menos tolerantes que conozco con el machismo, incluso ese sesgado y aparentemente inocuo, pero no creo que la forma de combatirlo sea el idioma.
Ya he escrito largo y tendido sobre esto en otras ocasiones, como hablando del «sexo/género» neutro, o cuando hablé de los roles y el género, pero sobre todo en el artículo sobre el sexo de la lengua y no quiero repetirme, aunque dada mi escasa memoria, seguro que ya me he repetido en alguna ocasión… pero sí recordar que la gramática no hace a la sociedad. La sociedad hace la gramática. Si cambiamos la gramática, lo único que haremos será cambiar la apariencia, pero no el fondo.
Es como cuando alguno ya no llama negratas a los negros, sino personas de color, lo que se agradece, parcialmente, pero no mejora mucho con respecto a los derechos que se les atribuye y, en íntimo pensamiento, se desea que tengan o no tengan. Como cuando se llama chinos a los que vemos con aspecto oriental sin saber si han nacido en España (o están nacionalizados) y, por tanto, tienen los mismos derechos que cualquier español.
Hoy no soy muy optimista a este respecto. Así que prefiero no seguir.