El grito, de Embajadores

El grito

Abandonado en un rincón de la semicircular Glorieta de Embajadores, lugar por el que me paseaba mi madre de camino a mi cole, el Legado Crespo (que mantiene el nombre), situado en el Paseo de las Acacias, 2, yendo desde Mesón de Paredes, 84, por la calle de Miguel Servet (ese hereje para una secta cristiana distinta del catolicismo), y arribando a la Glorieta por la calle Embajadores.

abandonoCaíamos en la pared del Instituto (IES) Cervantes (omnipresente autor del Quijote, pero más panchesco que quijotesco, de ahí su omnipresencia consentida y fomentada) y justo ahí, justo en ese lugar, el lunes pasado, Carmen y yo, mientras paseábamos poniendo publicidad de nuestras clases respectivas (de Tango o de Matemáticas, Pilates o Física y Química), nos encontramos este grito callejero.

Se nos enervaron los pelos, entrecortó la respiración, decidimos no seguir poniendo carteles en la plaza o glorieta y subimos, tras fotografiar lo que nadie apreciaba, olvidado, hacia la plaza de Tirso de Molina (otro escritor al que defender estatalmente).

Por un instante, pensé que era un ser humano real, un cadáver abandonado de un niño pequeño que hubiese sido abandonado tras un largo deterioro, un inmigrante, pensé, al que no se podía dar cabida en uno de nuestros sacrosantos cementerios. Agradecí comprobar que la estructura interna parecía ser madera. Era Pinocchio fallecido y olvidado en un imposible rincón de Madrid.

Su grito era silencioso, Munchesco, sordo y ensordecedor.

Tengo aún el eco de su mirada clavada en mis ojos.

La experiencia religiosa de Ryoji Ikeda

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Si los Cylon tuvieran iglesias, de su único dios verdadero, serían como la instalación data.path del músico y video-creador Ryoji Ikeda, que está expuesta en la tercera planta del ESPACIO de la Fundación Telefónica, abierta al público hasta el 5 de Enero de 2014.

Las instalación consiste en un pasillo de pantallas sobre las que se va proyectando un sinfín de datos sin sentido, pero que forman, acompañados por la desasosegante música de este compositor originalísimo, una experiencia mística, una aproximación a un espíritu digital, a una desgarradora visión de los mecanismos subyecentes a un mundo virtual, a un mundo discreto en el que las matemáticas y la cibernética se hubiesen unido para generar una realidad que traspasa la frontera de lo tecnológico e invadir nuestro analógico cotidiano.

Caminar entre ellos, bajo ellos, sobre los datos, es una sensación única, que nos funde con la naturaleza de aquello que ya forma parte permanente de nuestras vidas, como este teclado sobre el que estoy escribiendo, estos píxeles que están permitiendo, encendiéndose o apagándose, que leas este texto, nos funde con la cartografía secreta de unas galaxias que solo existen en una simulación tan bella como improbable.

Se proyectan datos, puntos que sabemos que están relacionados con una instrucción matemática, programados, acordes a «un plan» secreto, que Ikeda conoce, pero que nosotros tan solo podemos atrevernos a intuir, sabiendo que existe, pero inescrutable, como aquellos caminos del Señor. Datos y puntos acompañados, en ocasiones, de sus referencias posicionales, de sus coordenadas, de su lugar en el mundo, referenciándonos al dudoso lugar que nosotros, humanos, tenemos que ocupar en él.

Atrapamos las letras proyectadas en las manos, intentamos capturarlas como agua de un río que nunca es el mismo río o siempre es el mismo río, vieja controversia presocrática.

Miro absorto el ir y venir de puntos, de dígitos, de letras, de píxeles, en última instancia, que pretenden ser discretos, binarios, blancos sobre negros, pero que no lo acaban de ser, la percepción humana, la mía, se lo impide, quizá la miopía contribuye, pero no es lo único, la escala macroscópica de la proyección hace inviable la apreciación cuántica, discreta, bievaluada.

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Me abandono a ese mirar, ese ir y venir, ese fuego lumínico, esa bella sucesión de un periodo próximo a los 10 minutos, me abandono en una especie de éxtasis, de meditación contemplativa, que no puede y renuncia a capturar la ingente amalgama de datos, en ese camino que nos sugiere Ikeda. Me abandono y recuerdo aquella pretensión de Ad Reinhardt y su monocromía oscura y de espiritualidad rayana en el misticismo.

La música, no obstante, sigue siendo un importante factor presente y de la misma trascendencia que la imagen, aquella que en su día me dijo Jaime Vallaure que me gustaría (y tenía razón), aquella que hizo que conociese Spotify, entre cuyas listas tengo la obra completa de este autor tan sugerente. Hace años que quiero usar su música para un proyecto de sonido y vídeo, pero ver esta obra tan poderosa acompleja sobremanera. Su trabajo tiene tal calidad, tal detallismo, tal pulcritud, que no creo estar en condiciones de no manchar el uso que haga de sus temas.

Ryoji IkedaY la mezcla audiovisual realza cierto carácter dramático, podríamos decir, que además de amenizar la pieza, dota la instalación de un atractivo hipnótico, intenso sin ser cargante. Está perfectamente equilibrada, así como la aparición desaparición de las proyecciones, dejando pausas de luz y sonido que dejan al público (que interactivamente (de verdad) pasea entre la obra) en una especie de suspenso estado de reflexión/contemplación.

Mirar los entresijos, las tripas, el backstage de la instalación no hace sino aumentar la sorpresa, la admiración, contemplando cómo ha conseguido este artista una proyección tan exactamente calibrada, tan asombrosamente sincronizada, tan idealmente adaptada al espacio que, hay que reconocer, ha debido de participar activa y diligentemente en el montaje de una obra cuyas complicaciones técnicas, salvando columnas, por ejemplo, aparenta ser más difícil de lo que parece (aunque esto tenga el aspecto de una contradicción).

Sin entrar en detalles de cómo Telefónica ha conseguido tener la difusión insospechada de ocupar las miles de marquesinas que me alertaron de no perderme esta pieza, en comparación con la escasa de un día (único día) de pianos en la calle Serrano de Madrid, he de reconocer que agradezco que lo hayan logrado y espero que la gente de esta ciudad vaya a visitar la exposición de esta obra de arte contemporáneo que igual consigue que no se oiga esta palabra como un estigma, sino como algo propio de nuestro tiempo, como algo que nos es mucho más propio y cercano de lo que creemos, poseedores de smartphones, tablets, portátiles, televisores de plasma o píxeles, asistentes a una revolución, la tecnológica, que también impregna el arte, de cuando en cuando, con una maravilla como esta pieza de este artista al que seguir la pista.

10 Razones para hacer un taller de Poesía

Hace unos días una amiga me decía que mis convocatorias de talleres de poesía no le parecían atractivas, que no se apuntaría, incluso sabiendo que soy un tipo interesante y divertido. Me resultó todo un desafío pensar por qué no estaba siendo atractiva la información. Y repensarla. He escrito estas 10 razones por las que yo recomendaría apuntarse a mis talleres de poesía. A ver si esto resulta algo más claro:

1.- Asistir a un taller de poesía (al menos de los míos) es una actividad divertida, muy divertida, de hecho. Una de las cosas más sorprendentes es que siempre que sale alguien de una clase de prueba dice algo similar a «jo, pues me lo he pasado mejor de lo que pensaba». Lo que no deja de extrañarme. ¿Es que esperaba pasarlo mal? Y puede que sí, que claro, como no digo esto de que es divertido, pues no se lo espera.

2.- Un taller de poesía (de los míos) no es un curso de literatura. Claro que se leen autores, y hasta se contextualizan, pero de lo que se trata es de escribir, escribir, escribir… Y me pongo pocas veces literario, porque no creo que sea lo que más ayuda a escribir. Me he llegado a encontrar (frecuentemente) que la gente me pide que cuente más cosas de las biografías o de las poéticas de tal o cual movimiento o poeta, pero las clases son cortitas y se va al grano: escribir, escribir y escribir.

3.- Ya, pero ¿cómo escribir? Pues de cualquier manera. Es fácil, tan fácil que parece que no hago nada, ¿qué me enseña un profesor de un taller de escritura? ¡Yo no enseño a escribir! Ni siquiera enseño una poética. Propongo juegos que incentivan, que facilitan la escritura, que hacen que no sientas que eso de escribir es difícil o que tienes que tener algo especial que contar.

4.- ¿Tengo que esperar la inspiración? Pues no. No, no, y no. La inspiración es importante, pero en un taller de poesía (al menos de los míos, insisto) se busca trabajar el músculo, ampliar la mirada, cambiar la manera de ver el mundo, desarrollar la creatividad, trabajar la recuperación del material cotidiano, es decir, que siempre se tiene algo especial que contar. Aunque parezca que no merece la pena, lo que más importa es contar lo propio, lo que a cada cual le ocupa o le preocupa, y eso es lo verdaderamente «auténtico». Y cuando llegue la inspiración… ¡pues que te pille trabajando!

5.- Pero a mí, ¿qué me aporta un taller de poesía? Especialmente en estos duros tiempos de crisis… Pues entre otras cosas, esa de cambiar la manera de ver el mundo que decía antes, puede ayudar a ver belleza donde no la encuentro, o un rato agradable, un tiempo para mí, un tiempo que me doy con el que descubrir mi lado más creativo, más atrevido, y ese atreverse da una sensación de libertad increíble. Y la libertad creativa (casi algo redundante) es algo que procuro estimular por encima de todo en los talleres de poesía que propongo.

6.- Pues yo no entiendo la poesía. Suele ser la objeción más habitual. Esto es lo que tiene que ver con esta cosa de lo contemporáneo. El mundo ya no es tan fácil, al menos no es tan sencillo de entender, y sin embargo es el mundo en que hacer cosas es más fácil de lo que lo ha sido nunca. Creo que gracias a este tipo de talleres se entenderá mejor… no tanto la poesía, como el hecho de que no sea tan necesario entenderla para disfrutarla.

7.- Un taller de poesía (de los míos) no es terapéutico. No va a hacer llorar a nadie, haciendo que tenga que desgarrar sus vestiduras, romper las barreras de su pudor, confesar sus deseos inconfesables. Cada cual, cuidadosamente, irá decidiendo su grado de compromiso personal, íntimo, su forma de acercarse al hecho de poner en público sus textos. Soy especialmente cuidadoso de hacer entender que no hago terapia, no busco que los asistentes estén más sanos, ni que tengan que pasar por más o menos dolorosos procesos catárticos. Es un taller de escritura. Quien quiera terapia, que me pregunte… tengo unas buenas amigas terapeutas que pueden ayudar.

8.- Estar en un grupo de un taller de poesía es integrador, me hace sentir menos soledad. No soy tan raro o tan rara como siempre pude haber pensado si es que estoy leyendo esto. No, de eso nada, hay mucha gente parecida (y diferente al mismo tiempo) que comparten un rato haciendo algo que une, entretenido e interesante. Y encontrar a esa gente, que se trata bien, que se respeta, que se cuida, que se aprecia, que se admira, incluso, es tan bonito que solo por esto merece la pena probarlo. La gente de mis talleres es tan maja… Y dicen que es por mí, pero no me lo acabo de creer.

9.- Taller de Iniciación a la Creación Poética Contemporánea es un nombre bastante pedante, pero es que tengo una pequeña deformación: ser demasiado fiel a lo que digo que hago. Se habla de creación poética y no de poesía, para poder incluir, sin tener que aclararlo, la prosa poética, la poesía en prosa y otras formas contemporáneas, pero contemporánea porque el único que va a decidir si la obra es buena o mala es el poeta. Y esto es un poco desconcertante, porque estamos tan acostumbrados a que nos digan si lo hacemos mal o bien que eso de que no haya nadie que lo diga resulta un poco desalentador, pero luego, superado el primer impacto, es todo lo contrario: se puede sentir esa libertad de la que hablaba antes, ese aire fresco que permite explorar sin miedo lo que cada poeta tenga que decir. Y es un Taller porque se escribe, se escribe, se escribe…

10.- Seguro que hay más de 10 razones que se me ocurren para hacer un taller de poesía (de los míos, al menos), pero si ninguna de esta te ha convencido todavía, puede que no quieras hacer un taller de poesía. Tampoco es tan importante. Hay muchas otras cosas que hacer en el mundo… aunque una hora a la semana, rápida, divertida, interesante, creativa, económica, que te puede transformar la vida, hacia donde tú quieras, libre, fácil, intensa… ¿De verdad que no quieres probar ni siquiera una clase gratis?

Historia de los Eslavos Polabos

Una traducción de la historia de los Eslavos Polabos, de inglés a español, que he agregado a Wikipedia, intentando contribuir de alguna manera a su distribución. Es tan útil saber esto…

Los eslavos Polabos sustituyen a las tribus germánicas que habían emigrado de los siglos I al VI durante la era de las grandes migraciones. Su área de asentamiento permaneció bastante estable a lo largo del siglo VIII.

Carlomagno contrató a los obroditas como aliados en su campaña contra los sajones rebeldes de Holstein. Muchas de las tribus eslavas se convirtieron en dependencias del Imperio carolingio y los francos crearon la Marca Sorbia para defenderse contra los sorbios. Einhard en «Vita Karoli Magni» describe una expedición al territorio eslavo dirigido por el propio Carlomagno, en el 798.

Campañas alemanas contra los eslavos comenzaron en serio durante la dinastía Otónida. Henry the Fowler atacó a los eslavos en varias campañas con su caballería. Durante los reinados de Enrique (Henry) y su hijo Otón I, se establecieron varias marcas para proteger las adquisiciones del este. Tras la muerte de Gero en el año 965, la Marca Geronis se dividió en la Marca del Norte, la Marcha de Lusacia, y la Marca de Turingia, esta última dividida en las de Zeitz, Merseburg, y Meissen.

Obispados como Magdeburgo, Brandemburgo y Havelberg se crearon para apoyar la conversión de los eslavos al cristianismo. Después de la derrota de Otón II en la batalla de Stilo en el año 982, los paganos eslavos se rebelaron contra los alemanes al año siguiente, y destruyeron los obispados de Havelberg y Brandenburgo.

Algunos eslavos avanzaron sobre el Elba en territorio sajón, pero se retiraron cuando el duque cristiano de Polonia Mieszko I, los atacó desde el este. El Sacro Imperio Romano sólo conservó el control nominal sobre los territorios eslavos entre el Elba y el Oder. A pesar de los esfuerzos de los misioneros cristianos, la mayoría de los polabos vieron a Jesús como un «dios alemán» y permaneció pagana.

El príncipe obrodita Udo y su hijo Gottschalk expandieron su reino mediante la unificación de las tribus obroditas y conquistando algunas tribus Liutizi en el siglo XI. Alentaron a los establecimientos de los obispados de apoyo a la actividad misionera cristiana. Sin embargo, una revuelta en 1066 condujo a la muerte de Gottschalk y su sustitución por el pagano Kruto de Wagria. Henry, hijo de Gottschalk, finalmente asesinó a Kruto en 1093. De 1140 a 1143 los nobles Holsatian avanzaron hacia Wagria para establecerse permanentemente en las tierras paganas Wagri. El Conde Adolfo II de Holstein y Enrique de Badewide tomaron el control de los asentamientos polabos en Liubice y Racisburg.

Impresionados por el éxito de la Primera Cruzada, los sajones comenzaron a llamar a una cruzada en contra de sus vecinos eslavos. La Cruzada Wendish (Wendos era una forma de llamar a los eslavos occidentales) de 1147, coincidiendo con la Segunda Cruzada, que resultó ser un fracaso, lo que resulta en devastación de las tierras Liutizi y conduce a bautismos forzados. La campaña, sin embargo, aseguró el control sajón de Wagria y Polabia. Los obroditas quedaron, en gran medida, en paz con los sajones durante la siguiente década, aunque los piratas eslavos invadieron Dinamarca.

A partir de finales de la década de 1150, el rey Valdemar el Grande de Dinamarca solicitó la ayuda del duque Enrique el León de Sajonia contra los eslavos; su cooperación llevó a la muerte del príncipe obrodita, Niklot, en 1160. Los dos señores cristianos distribuyen gran parte del territorio conquistado entre sus vasallos. Cuando el hijo exiliado de Niklot, Pribislav, planeaba una rebelión obrodita, la pareja tomó represalias al ocupar Demmin y alejar a los aliados de Pribislav. Después de conquistar Wagria y Polabia durante la década de 1140, los nobles sajones intentaron expulsar a los eslavos nativos y reemplazarlos con sajones colonos flamencos.

La revuelta de 1164 obrodita conducida por Pribislav, el hijo de Niklot, convenció a Enrique el León de que el mantenimiento de los eslavos como aliados sería menos problemático. El duque devolvió el poder a Pribislav, conveertido al cristianismo, como Príncipe de Mecklenburg, Kessin y Rostock, y un vasallo de los sajones.

Las tácticas y armamento fueron decisivas en las campañas de Dinamarca contra los eslavos orientales polabos: Los daneses utilizaron flotas costeras rápidas y fluviales provistas de redes, tácticas similares a las de los vikingos. A pesar de que carecían de experiencia en el asedio, los daneses eran capaces de paralizar las regiones eslavas mediante la quema de cultivos y los suburbios sin muros. Los contraataques eslavos fueron rechazados por ballestas y arcos largos de Noruega. Los daneses ocuparon Rugia en 1168, la conquista de la fortaleza de Rani Arkona. Similar a la restitución de Henry de Pribislav como vasallo sajón, Valdemar permitió al príncipe Rani Jaromar gobernar como vasallo danés cristiano.

Después de que Valdemar se negase a compartir Rugia con Henry, el duque de Sajonia solicitó la ayuda de la confederación obrodita con los Liutizi contra los daneses; Valdemar puso fin al conflicto mediante el pago de una cantidad a Henry en 1171.

Alarmado por la expansión del poder de Enrique el León, el emperador Federico Barbarroja depuso al duque de Sajonia y redistribuyó sus tierras en 1180/81. La retirada del apoyo sajón dejó Liutizi y a sus partidarios de Pomerania vulnerables a la flota danesa. Una flota eslava intentó recuperar Rugia, pero fue aplastada en la Bahía de Greifswald el 19 de mayo 1184.

Monjes daneses se encargaron de la actividad misionera en las abadías de Pomerania y el Príncipe Bogislaw I se rindió al rey Canuto VI en 1185 para convertirse en vasallo del rey danés. Pribislav, un príncipe cristiano de la Hevelli, legó sus tierras al sajón Alberto el Oso después de su muerte, lo que condujo a la creación del Margraviato de Brandenburgo.

Los sorbios de Lusacia permanecieron independientes en gran medida. Ellos fueron sometidos temporalmente por Carlomagno pero, después de su muerte, los vínculos con los francos estaban rotos. En una serie de sangrientas guerras entre 929 y 963 sus tierras fueron conquistadas por el rey Enrique I el Pajarero y su hijo Otón el Grande y se incorporaron al Reino de Alemania. En el siglo XIV, la mayoría de los eslavos que vivían allí habían sido germanizados y asimilados. Sin embargo, los sorbios, los descendientes de la Milceni y Lusici, han conservado su identidad dentro de Lusacia, una región dividida entre los estados alemanes de Brandemburgo y Sajonia.

¿Qué piensas sobre dejarlo todo, empezar de 0 y solo tener lo que te hace feliz?

Vamos, perseguir tus sueños.

Me preguntas ésto como si yo supiese más que tú sobre ello. Como si alguien supiese más que tú (en tu vida). Y no tengo ni idea. Te lo aseguro. Pero, por ver si puedo arrojar algo de luz, descompongamos el problema. Se trata de 3 preguntas y voy a contestar (desde lo que sé o he vivido) una a una:

Dejarlo todo

No me gusta la idea de dejar lo que he hecho, sino más bien de ir acumulándolo. Pero he de reconocer que he ido procurando hacer a lo largo de mi vida cosas que me gustan.

Bueno, hubo un tiempo en el que no (trabajaba de administrador de redes y sistemas UNIX de una gran empresa financiera), y entonces sí lo dejé, pero luego lo eché de menos (por no hablar del hecho de tener una nómina a final de mes, cosa sin la que no me acostumbro a vivir después de más de 10 años sin ella). Ahora intento incluir en mis poemas material informático, como cuando programaba, hago copias de seguridad de todo mi trabajo artístico, incluso he conseguido algún trabajo en la gestión de eventos de Performance Art gracias a ello, además de que aprendí muchas cosas que me resultaron muy útiles cuando quise organizar la gestión de la Asociación Cultural que fundé: Clave 53. Sin mi paso por esa época no habría sabido hacerlo.

Pero lloraba en el sótano, donde estaban los servidores, y aquello era intolerable. No sufrir. Me parece algo básico, pero que se olvida con frecuencia: distingo entre sacrificio, esfuerzo y sufrimiento. Esto último… NO, ¡nunca! (al menos nunca más)

A veces, ahora, me tienta dejar de hacer mis talleres de Poesía, porque no me dan mucho dinero y sí mucho trabajo. Es cansado, agotador, buscar sala cada año, enviar emails para conseguir nuevos alumnos, animar a los que están, imaginar nuevas formas de crear, plantear nuevos retos, pero al mismo tiempo seguir manteniendo una constante perseverancia por la disciplina que implica participar en un taller de escritura. Cada año, por estas fechas, me planteo, en parte, la pregunta que me haces, pero luego sé que quiero seguir, que no sé muy bien por qué, pero sin esos talleres, que defiendo a capa y espada, lo pasaría mal, estaría más triste, en resumen: sufriría. Así que sigo adelante y lo intento otro año más.

Te aseguro que sería mucho más rentable que me centrase solo en las clases particulares, por no hablar de otros posibles trabajos (volver a trabajos más convencionales como consultor o comercial tecnológico, por poner un par de ejemplos). Pero estaría más triste… y no me apetece vivir así.

Curiosamente, dejar mis clases particulares no me lo planteo, porque cada día me gusta más. Y has tenido mucho que ver, así que te estaré agradecido siempre. (Inciso: ayer comencé una clase con una chica en Embajadores que estaba en el conservatorio, toca la trompeta, y me acordé, cómo no, de ti).

Empezar de 0

No creo que se pueda. Siempre se tiene algo encima… Podemos pensar en cambiar el origen de coordenadas, por decirlo así, pero en realidad, la vida tiene historia. Es lo que nos hace que tomemos decisiones desde donde estamos. Eso sí, siempre, en el fondo, estamos en ese origen de coordenadas y nos toca tomar decisiones constantemente. Y cuando lo olvidamos, la función comienza a decrecer (por seguir con la metáfora matemática).

O sea, que lo que te he dicho no es cierto: en realidad, siempre empezamos de 0, cada mañana es un nuevo 0, un nuevo origen, un lugar de página en blanco para escribir un nuevo libro que se está escribiendo todo el tiempo.

Hace tiempo había una pregunta circulando por ahí, en redes sociales, que era algo así como ¿y tú, qué quieres hacer en este nuevo día? Preguntarse esto cada día es fundamental… pero cansado. Sería más fácil tener claro qué quieres hacer en los próximos 10.000 años, por ejemplo, pero también un poco más aburrido. El día que lo sepa, creo que no querré seguir viviendo. Para mí, vivir es tomar esa decisión cada mañana.

(Algo personal: Por ejemplo, cada día sé que estoy enamorado de mi chica, cada día. Me gusta saber que lo decido cada día, cada día, nuestra relación empieza de 0, no es una relación que ya se da por sentada, por asentada, por estable… tengo que conseguir que ella me quiera cada día, y sigue siendo fácil, aunque no lo entienda, pero el día que no ocurra, pues habrá que pasar a otra cosa)

Solo tener lo que te hace feliz

Bueno, esto en realidad (matemáticamente hablando) también son 2 preguntas:

  1. tener lo que te hace feliz
  2. que esa cosa sea única (por lo de solo)

Y el problema primero, aunque no lo parezca, es que no creo que tenga una única cosa que me haga feliz. Tengo varias e intento hacerlas todas, pero no tengo tiempo material para realizarlas. Algún proyecto que me encanta (estoy haciendo una clasificación filogenética de todas las lenguas que hay o ha habido en el mundo) me llevaría un tiempo que, seguro, sobrepasaría el que voy a vivir.

Tener lo que te hace feliz: Bueno, supongo que te refieres a hacer lo que te hace feliz.

Al menos, para mí, tener (lo que sea) no me hace feliz. Hacer, sí.

No hacer lo que me hace feliz me hace infeliz, así que no hay mucho que decir: no quiero ser o vivir infeliz.

Hago lo que me hace feliz casi todo el tiempo. No puedo pensar que se pueda vivir de otra manera. Aunque, en algún momento de mi vida lo hubiera olvidado y estuviese un tiempo haciendo cosas que no me hacían feliz, pero me dieron dinero. Eso es algo bueno, me dieron cierta solvencia con la que poder, ahora, hacer lo que me hace feliz sin pensármelo mucho. Vivo el resto de mi vida así y no me planteo lo contrario.

Pero, y si me hubiese planteado esto con tu edad, antes de tener una casa propia pagada, por ejemplo.

¡Madre mía! ¡Qué pavor!

En cuanto a perseguir los sueños…

Lo más cerca que estuve fue que pensé en hacer filosofía, algo que era claramente inútil, y hasta mi profesor de filosofía me recomendó que no lo hiciese, que estudiase algo «práctico», que siempre estaría a tiempo de estudiar filosofía, mientras que químicas o matemáticas (que también quería estudiarlas) no eran fáciles de empezar después de 5 años de una carrera de letras.

Le hice caso y estudié Química, pero como no debía ser demasiado «práctico», pues acabé estudiando cuántica, lo más inútil posible dentro de las ciencias. Y luego matemáticas… que tampoco son demasiado útiles.

Pero ya iba teniendo añitos y quería irme de casa de mis padres, tener independencia económica, así que acepté trabajar en un centro de investigación y desarrollo de Inteligencia Artificial. Fue una época interesante en la que aprendí muchísimo, aunque con el paso del tiempo acabé perdiéndome en la necesidad económica (ya era necesidad) y ese perderme me llevó a abandonar sueños como el de ser profesor en un instituto de matemáticas (ese era mi sueño, sí).

He de reconocer que tenía sueños más realizables que los tuyos (a primera vista) pero quién sabe. Quizá no sea tan irrealizable perseguir el sueño de ser pianista (si es que ese es tu sueño). Pero a veces hay que pensar si ese sueño, cuando se hace real, sigue siéndolo. Sobre todo, antes de borrar cosas que también te pueden gustar o te gustan.

Ufff… hacer convivir los sueños con la realidad es todo un desafío.

Hay que perseguir los sueños. Sí, sin duda ninguna.

Pero hay que encargarse de que sean sostenibles, de que los podamos sostener, porque si no es posible que dejen de ser sueños y pasen a ser pesadillas. ¿Cómo se hace? Y yo qué sé. Cada uno lo hará según pueda, supongo.

Conozco amigas que se lanzaron a bailar danza clásica cuando todo el mundo les decía que eso era inviable, que no podrían continuar más allá de unos años, pero mira, ahí siguen, luchándolo y viviéndolo en un sueño agotador a veces, pero que sin el que serían infelices.

Una de mis mejores amigas es informática y también cineasta. Tiene una lucha permanente en su vida por el ganar dinero de algo y vivir para su sueño… entonces, coge un trabajo de informática, dura un tiempo, vuelve a dejarlo y hace un corto o edita vídeocreaciones. No tiene resuelta su vida, no sabe qué hace con ella. Ahora está en Hamburgo, viviendo con su chica, y pensando en volverse. Tiene más de 30 años y no tiene ni idea de contestar a esas preguntitas que haces.

Carmen (mi chica), sigue luchando por ser profesora de Tango y Bailarina, aunque no sabe si esto de bailarina le acaba de gustar, o no le gusta o tiene pánico escénico, y es una lucha permanente, una lucha a la contra en un mundo, en un sistema, en el que es fácil perseguir sueños si son los que producen rendimiento económico. Pero no siempre felicidad.

Mi mejor amigo chico (tengo pocos amigos chicos), es pintor y grabador, ya bastante consagrado, sus cuadros cuestan más de 6.000 euros, pero es muy difícil venderlos, así que vive como puede y es agotador. Tuvo la plaza fija como profesor de Grabado en la Facultad de Bellas Artes. Era el profesor más joven que había ocupado esa plaza nunca. Pero quería perseguir su sueño de ser pintor y no profesor… y lo hizo. Le cuesta, te diría que mucho. Es de las personas más trabajadoras que conozco, con la disciplina de la que hablaba Picasso, que decía: «Que la inspiración te pille trabajando». Trabaja sin parar y no siempre con posibilidades de conseguir una remuneración directamente proporcional a sus horas de trabajo. Pero si no trabajase en ello sería infeliz.

Te podría enumerar decenas de amigos y amigas que viven y luchan por conseguir sus sueños, pero cada uno y cada una lo hace como puede.

Por ser algo práctico (por una vez y sin que sirva de precedente) te diría que aumentes tus posibles fuentes de formación de cara al futuro… pero ¿qué pasa en el presente? Eso, la verdad, solo lo sabes tú.

O sea, en resumidas cuentas: No te he respondido, ¿verdad?

Lo siento, pero, igual es que es uno de esos problemas que no tienen solución…

En respuesta a una pregunta formulada por mi ex-alumna, Marta.
¡Cómo me alegra que se haga estas preguntas!

El día de los pianos

Ayer, 2 de Octubre de 2013, la Fundación Jesús Serra, hija bastarda del Grupo Catalana Occidente, organizaba una jornada preciosa donde 7 pianos eran dispuestos a lo largo de varios puntos de la Calle Serrano de Madrid.

Que fuese elegida la «noble» calle Serrano del barrio más pudiente de esta ciudad no es óbice para que el acontecimiento fuese bello, aunque no olvidemos la parte poco ética subyacente.

Carmen y yo, haciendo uso de nuestra libertad horaria relativa, nos dimos el lujo de pasear la calle de sur a norte desde la Plaza de la Independencia (la Puerta de Alcalá), hasta el más septentrional de los pianos, situado en la puerta del Museo Lázaro Galdiano, que tiene toda la pinta de un museo orientado a especuladores de arte, más que a propuestas verdaderamente artísticas.

Olvidándonos como pudimos del contexto, de esta ciudad que ni siquiera tiene a bien informar de un evento que enriquece el sombrío panorama cultural de la misma, incluso sin tener mucho que ver en su puesta en marcha, negando su obligación de proveer de información a los ciudadanos y no solo a los consumidores. Claro, esta propuesta era demasiado gratuita. No había forma de hacer caja. Dalí sabe de qué hablo.

Pues eso, la recorrimos y disfrutamos de un par de horas tremendamente agradables. En el piano situado en la Plaza de Colón había algo más de gente, pero en general, los pianos estaban casi abandonados, mirados a través de algún smartphone que tomaba una rápida instantánea (valga la redundancia) y seguía camino de algún trabajo rápido e instantáneo.

En el siguiente, siguiendo esta ruta de ascensión, nos encontramos una mujer argentina que tocaba un Tango de Pugliesse y Carmen y yo nos lanzamos a bailarlo. Fue un momento precioso, admirado, regalado, por la pianista, por la fundación y por nosotros.

El ruido de la ciudad insertaba sus notas discordantes en el sonido del instrumento, al más puro estilo John Cage. Tentado estuve de emular su 4’33». Pero no lo vi procedente: No era el lugar ni el momento. Como no lo habría sido de sus Pianos preparados.

Aquí se puede escuchar una muestra de un amateur (o no tanto) tocando un poco.

[audio:https://giusseppe.net/blog/wp-content/uploads/2013/10/pianoserrano.mp3]

Fuimos fotografiando diversos motivos del evento, charlando con las pobres encargadas de cuidar los instrumentos que iban a pasar más de 12 horas seguidas sin que se hubiesen molestado por pensar en ellas desde la organización que no había dispuesto ni la posibilidad de que se sentasen durante ese tiempo, ni que tuviesen ocasión de abandonar su puesto para orinar, defecar o comer. El evento era bonito… no obstante.

Y las fotos dan fe de ello:

Epitelio neoprénico

Neonato nato cápsula crónica
ápata tránsfuga que vulnera el perihelio
rústico epígrafe
apagó
la mano ciega metacarpiana
con agrestes soliloquios de duermevela.

Rapsoda axélico
ve
pasar cigüeñas efímeras
cargadas de siglos a sus alerones
de envergadura dura
con natos neonatos.

No.
No perpetúo el uso indebido de las armas de fuego
no altero la noción de desconocimiento
no rompo el bienhacer de la apatía
no huyo ante el avance del pecado
que me sustenta
que me tenta
tienta
en todo
el naderío
que provoca
en mi corticoide lateral derecho
un cortocircuito simplón y decadente.

Un cernícalo lagartijero
ha besado mi despedida
con clavos ardiendo.

Esto no es una broma