Del léxico céltico

Un texto extraído (letra a letra) de un libro que google books se empeñaba en que no copiase: Los celtas y la civilización céltica. Escrito por Henri Hubert. Pgs 49 y siguientes.

Desde el punto de vista del vocabulario, las lenguas célticas presentan un número muy grande de particularidades, que no pueden reducirse a un sistema. En el celta faltan palabras y raíces que han sido sustituidas por otras.

En las lenguas célticas se encontrarían huellas de lenguas habladas anteriormente por pueblos, indoeuropeos o no, que se asociaron a los celtas o que hubieron sido absorbidos por ellos. Sería inverosímil que junto con una parte de su vocabulario no les hubiera dado alguna de sus maneras de hablar. Las innovaciones del celta procederían de sus asociaciones extranjeras.
Por lo que se refiere al vocabulario, esta hipótesis es estéril porque los asociados occidentales de los celtas hablaban lenguas casi del todo borradas o que no pueden compararse a ningún tronco conocido, excepto el vasco y el indoeuropeo. Es probable que los celtas hayan sido precedidos en occidente por otros indoeuropeos. Los elementos del vocabulario que estos les dejaron no pueden reconocerse.

Otro postulado de los primeros estudios comparativos sobre el vocabulario celta era que las raíces indoeuropeas tenían sentidos muy precisos y, por consiguiente, empleos estrictamente determinados, y de ahí la antención que se prestaba a las faltas y sustituciones de términos. Se ha acabado por reconocer que los sentidos de las raíces eran vagos y han continuado siéndolo excepto en un corto número de vocablos. Continuamente nos ocurre el designar objetos concretos con términos abstractos (regla), el dar sentidos especiales a términos de sentido general (yeso) y, más frecuentemente, el generalizar indebidamente o transportar por empleo analógico, sentidos particulares (lápiz antineurálgico). No hemos de extrañarnos de que el empleo de un vocabulario tan poco preciso fuera inseguro. No cabe deducir gran cosa de que un más o menos sustituido por otro más o menos. Conclusión: no exagerar la importancia de los hechos negativos en la comparación de los vocabularios. Esta no revela en las lenguas célticas más que accidentes del lenguaje que son comunes y en cuya producción la casualidad ha tenido la mayor parte.

Por ejemplo, existía una palabra indoeuropea para designar la casa; el celta la ha perdido. Era un vocablo de sentido preciso. En encontramos en el sáncrito véçah, en el latín uícus. Esta palabra designaba la casa grande, la casa de una gran familia, en la que podían habitar varios matrimonios. No es que los celtas no hayan conocido la gran casa, no es que la familia se haya disgregado en ellos, por el contrario, la familia celta es una gran familia de agnados, que reúne en una vida común varias generaciones, varias ramas y muchos individuos: es un tipo de familia indoeuropea. La heredad donde reside la familia se llama en irlandés baile. ¿Es esta una palabra indoeuropea? No es seguro. Se la relaciona con la raíz bhu-, tu be. Baile supone una palabra *bailos, que, a su vez, supone un precelta bhu alio-; significaría el lugar donde uno se halla. El término sería, en suma, una vieja palabra conservada por el irlandés o un término completivo de sentido general.

Otro ejemplo: El indoeuropeo tenía una raíz sé, que significaba sembrar, pero sin precisión. El galés la ha conservado en el verbo hau, sembrar; el irlandés la ha perdido como raíz verbal y la ha conservado en el substantivo síl, posteridad. Para decir sembrar, emplea el verbo cuirimo, que significa «yo arrojo». Es un hecho comparable al que se ha producido en el tránsito de ponere a pondre, de trahere a traire, de y de traire a tirer. Del mismo modo, el irlandés ha perdido el verbo indoeuropeo que significaba segar, el galés lo ha conservado: medi. El irlandés lo ha sustuido por bongim, yo corto; buain, nombre verbal, significa la siega: es una palabra muy indoeuropea: sánscrito bhanajmi, yo rompo.

El estudio de vocabulario de las lenguas célticas revela un residuo considerable de palabras que se son especiales. La mayor parte han dado lugar, por derivación, a otras palabras. Un número muy crecido de ellas son del todo modernas; las formas antiguas son demasiado inciertas para que se pueda hablar la menor cosa sobre las mismas. Algunas pueden ser testimonio del más antiguo pasado indoeuropeo, pero quedan otras: ¿se trata de una herencia ibera o ligur?


Pruebo a incluir un «iframe» del libro en cuestión dentro de esta entrada:

Cuando la empatía nos gobierna

rajoy jesuita El problema no estriba en sus notas, sino en que son las de un hombre mediocre. Pero es que deseamos tener un gobierno con el que identificarnos, no un gobierno al que no parecernos, que nos resultase pedante o distante. Se desea un gobierno inculto y superficial, que no haga análisis engorrosos sino simplistas, pero vuelvo a lo dicho, el problema está en que se desea un gobierno así, un dirigente simplón, del montón, normal en la peor acepción del término.

Si el que nos gobernase fuese un doctor en filología, o alguna carrera científica, se consideraría un friki, algo impopular, que no puede ser el deseado para ser igual a nosotros, los mediocres, los normales, los del medio de la gaussiana.

Hay rechazo generalizado (más allá del «jo, qué listo eres!) a seres humanos que se dediquen en cuerpo y alma al conocimiento, al afán de análisis, a la creación excelente. La obsesión es encajar y esos humanos, en este país al menos, no encajan.

Así que ni siquiera se tienen que preocupar los ideólogos / marketings del PP por retirar de la web esta imagen, al revés, ven en ella una loa a un presidente con el que cualquier hijo de vecino puede sentirse identificado, empatizar, sentir que se puede llegar a ser presidente sin una cualificación exigible, lo que es uno de los más difíciles retos de resolver en democracia.

Esto mismo, ya lo traté en el artículo sobre el «relaxing cup» de nuestra alcaldesa: la gente no siente vergüenza ajena porque, en el fondo, se siente identificada con esa pazguata política que no lamenta tener un nivel lamentable del idioma (de facto) requerido para estar representando a una ciudad como Madrid en un evento internacional.

(Ha habido muchos verbos en impersonal en esta entrada, pero es que no puedo, no puedo bajo ningún concepto, hacerme cargo de lo que la mayoría de este país que habito desea).

Revolucionario

revolucionario No soy revolucionario por llevar una camiseta reivindicativa de aquellos tiempos en los que este país fue a una guerra que nunca fue nombrada como tal, sino como conflicto armado, para que su inútil majestad no tuviese que mancharse las manos declarándola.

No soy revolucionario por no olvidarme, de eso, ni de Haití.

No soy revolucionario por hablar así de la cabeza (calva y huera) del estado español, ni por poner estado español en cursivas.

No soy revolucionario por atreverme a lucir sin aderezos en esta foto, sin retoques adecuados para las redes sociales.

No, en realidad (lo otro no era real), soy revolucionario por no haber tirado la camiseta en cuestión después de estar casi atravesada de hilos desliados, por aguantar su utilización hasta que ya no es posible seguir haciéndolo como prenda y continuar usándola como trapos, y cuando no sirva de trapos, usarla para quitar grasa adherida a la campana.

Soy revolucionario, no por lo que digo o las firmas de peticiones que realizo, sino por los actos con los que conformo mi vida, paso a paso (que diría John Rambo).

Ver cómo me miraban en la playa los bienvestidos domingueros que practican deporte de élite, con ropa de élite, recién comprada en el decatlón de turno, transpirable, irrompible, sumergible… era tomar conciencia de que voy, verdaderamente, contracorriente. Esta es mi pequeña revolución. La que puedo hacer y no vender.

Otra vez años 40

Jazz y Swing en GalileoEl sábado por la noche estuvimos viendo una presunta batalla de bandas de Jazz en un local mítico llamado Galileo Galilei, de Madrid, obviamente situado en el 100 de la calle homónima.

Y, como cada vez que vamos a una milonga de tango, volvimos a repetir esta lucha retro-futurista que mantenemos desde hace más de una década: Carmen es decididamente vintage, incluso desde antes de que el manido término llegase a nuestros oídos. Ella usaba teléfonos de los años 20 incluso antes de tener teléfono (cierto cierto) Y mi película preferida es y creo que será, por muchos años, Blade Runner.

Si a ella le gusta la estética de los 40, con ese tono que, como decía un presentador del evento del sábado, parece provenir de películas en blanco y negro, a mí me gusta el futurismo punk de Darryl Hanna. Cuando hablan de recuperar el pasado a mí me entran sarpullidos en la mente. Incluso porque además, no puedo evitarlo, me surge una mirada crítica y exenta de romanticismo, que cuando piensa en los maravillosos años 20 solo puede hacerlo sabiendo que la mortalidad era mucho mayor, que los personajes que, habitualmente, nutren las películas son los de una casta superprivilegiada de snobs, de los que ahora apenas se hace cine, pero que siguen existiendo, por desgracia.

Chocamos hasta en la forma de entender la música, el baile, que ella asocia a pasos y técnica aprendible, con lo que se perpetúa su manera de entender la enseñanza casi académica de algo tan popular como el Tango, por ejemplo. Está claro que ella no es la única y, afortunadamente, es más que capaz de ver que hay otras maneras, otras formas, y no solo tolerarlas, sino cuestionarse su propia metodología. Esto la honra, y la respeto, en mucho, por ello.

De los albores del XX rescato las vanguardias, luchadores por el futuro, visionarios o constructores de nuestra estética o de la que aún está por venir. Incluso en música (o Tango), ya sean John Cage o Piazzolla. Y del Jazz, quiero saber qué se está haciendo hoy, pensando en un tiempo venidero.

Es gracioso, viéndolo desde un punto de vista cinético (por decirlo así), ella camina mirando hacia el pasado, como en una marcha atrás hacia delante (¿oximoron o mala construcción de la imagen?), mientras que yo lo hago apoyándome en el pasado pero con la mirada puesta lejos en la distancia que me queda por recorrer, hacia un futuro siempre ignoto, pero construible con la intención de este presente.

Quizá, por ello, como pareja, encajamos tan sumamente bien: caminamos (y me pongo tanguero) permitiendo que nuestras miradas se dirijan hacia donde cada uno de nosotros deseamos; y nos encontramos cada día en el instante mágico del abrazo presente.

Variaciones sobre la escritura

Variaciones sobre la lecturaHoy por la mañana me he despertado antes (a las 5:45) y como no sabía qué hacer, he acabado de terminarme (era un largo proceso) el libro de Barthes que incluía una variedad de artículos sobre gramática, lingüística y reflexiones del semiólogo estructuralista.

Del clásico libro de Roland Barthes, como dije en su día con Lo Neutro, una lectura maravillosa, que hace pensar, que hace recordar, que da ganas de escribir.

Vuelco a vuela pluma y sin contexto algunas frases que me han resultado sugerentes. (Insisto: sin contexto)

«crítica al etnocentrismo» que, en este caso, él llama alfabeto-centrismo:

Todo ocurre como si fuese indiscutible que el ideograma constituye un progreso respecto al pictograma y el alfabeto vocálico respecto al consonántico: por lo tanto, nuestro alfabeto, es el término glorioso de esa ascensión de la razón: somos los mejores.

Modelos más matemáticos:

El concepto de «discurso» excede al de «género» y ha de permitir deshacer los límites institucionales de la literatura.

La escritura (en vías de oponerse en adelante a la literatura) implica lógicas nuevas, adecuadas para dar cuenta a la vez de sus rupturas y de su espacio, puesto que, en ciertos casos, ya no es «encadenamiento» ni «línea», con lo cual el modelo lingüístico se aleja, reclamando en su lugar modelos más matemáticos.

¿Qué trabaja el texto?

La lengua. Deconstruye la lengua de comunicación, de representación o de expresión (donde el sujeto, individual o colectivo, puede tener la ilusión de que imita o se expresa), y reconstruye otra lengua, voluminosa, sin fondo ni superficie, pues su espacio no es el de la figura, el del cuadro, el del marco, sino el espacio esterográfico del juego combinatorio, infinito en cuanto salimos de los límites de la comunicación corriente (sometida a la opinión, a la doxa) y de la verosimilitud narrativa o discursiva. La productividad se desencadena, la redistribución se produce, el texto sobreviene, en cuanto, por ejemplo, el escriptor y/o lector se ponen a jugar con el significante, ya (si se trata del autor) produciendo sin cesar «juegos de palabras», ya (si se trata del lector) inventando sentidos lúdicos, aun cuando el autor del texto no los hubiese previsto, y aunque fuese históricamente imposible preverlos: el significante pertenece a todo el mundo; quien, en verdad, trabaja incansablemente es el texto, y no el artista o el consumidor.

El texto y la obra

La lectura plena es aquella en la que el lector es nada menos que el que quiere escribir.

La civilización actual tiende a achatar la lectura al hacer de ella una simple consumición. […] la escuela se vanagloria de enseñar a leer, y ya no como antaño de enseñar a escribir.

La escritura confinada en una casta de técnicos: Las condiciones económicas, sociales e institucionales ya no permiten reconocer, ni en arte ni en literatura, a ese practicante particular que era – y que podría ser en una sociedad liberada – el aficionado.

El ser humano es absolutamente consustancial al lenguaje.

El lenguaje no es una especie de instrumento, de apéndice, que el hombre tenga «además», para poder comunicarse con su vecino, para pedirle que le pase la sal o que le abra la puerta. No se trata de ningún modo de eso. En realidad, es el lenguaje el que hace al sujeto humano, el hombre no existe fuera del lenguaje que lo constituye.

Y termino aquí, acordándome de palabras que me resuenan al estimado Wittgenstein.

Relojudías

relojudía

Dentro del Taller de Poesía Visual y Escénica que coordiné en El Patio de Martín de los Heros, durante el fin de semana del 18 y 19 de Enero de 2014, propuse hacer algo con 12 judías a cada asistente.

Yo, pasado el tiempo, acabé por hacer algo que tuviese que ver con eso, con el tiempo; e hice este relojudía.

Ahora, las judías quedarán guardadas para poder repetirlo cada cierto tiempo por otros lugares o sugerirle a otras personas que inventen otro objeto con ellas.

relojudia3

Terminada la Rama Germánica de la Familia Indoeuropea

Algunas ramas son más complejas que otras, quizá por estar documentadas en exceso para mi propósito, o quizá porque no lo están en absoluto. Dentro de las lenguas germánicas estaban nada más y nada menos que el inglés y el alemán, que han sido verdaderos demonios a la hora de testimoniarlos sin perder demasiada información, pero sin dejar de constatar la importancia actual que tienen.

Aprovechando este impasse, tras el final de esta rama, he realizado (ya iba siendo hora) unas pequeñas modificaciones en giusseppe.net incluyendo el apartado para el proyecto de organización filogenética de las lenguas del mundo.

lenguas germánicas

Pasta al pesto

Aunque solo fuese por el nombre, ya me gustaría, pero además está ese intenso color verde, ese saborcillo al ajo, y el aroma inconfundible de la albahaca.

Estas navidades el hermano de Carmen me regaló una planta entera de albahaca que él había estado cultivando con cariño. Tanto que le crecía demasiado… casi se podría pensar. Yo me la comería a bocados, hoja a hoja… así que como él lo sabía, me la dio el día 5 de enero cuando pasamos por allí de vuelta a casa desde nuestras merecidas vacaciones.

Lo primero que hice fue sacarla del tiesto en el que estaba viviendo. La corté con una tijera inmisericorde para poder traerla a Madrid sin riesgo a que se cayese en el camino. Esto le restó algo de frescor, pero qué le vamos a hacer.

Una vez en mi cocina, fue dirigida a varios frentes:

1.- Servir de aroma de un aceite de oliva virgen que convivió con unas cuantas ramas de la planta durante unas semanas, hasta alcanzar el sabor de aceite aromático deseado. Ideal para ensaladas, o para tostadas… o para tantas cosas.

2.- Junto con un queso manchego que también fue regalado en la región, aromatizar unos trozos de queso curado en aceite. Este queso es una auténtica delicia, una vez terminado el tiempo de absorción de sabores. Y además, después, se puede usar ese aceite, que también tiene el resto de aromas de albahaca y queso. Hummm…

3.- Unas cuantas ramitas fueron reservadas para utilizar durante la semana como adorno y como condimento de las comidas.

4.- El plato fuerte fue el pesto.

Preparación de Pasta al Pesto de albahaca fresca.

Ingredientes:

  • «Medio litro» de hojas de albahaca fresca. No prensándolas.
  • 3 dientes de ajo.
  • 250 gramos de queso curado.
  • 100 gramos de almendras o piñones.
  • 200 mililitros de aceite de oliva virgen.
  • 100 gramos de espaguetti por cada comensal.

Preparación del pesto

Nota: Con esas cantidades, sale mucho pesto, así que tuve hasta para exportar (incluso un poco a quien me había dado la albahaca, que lo merecía). Yo lo hago fresco y luego lo almaceno en tarritos de conservas para usarlo más adelante. Dura bastante tiempo, una vez que está hecho y cubierto por una capita de aceite para que no se oxide, aún más. Además, lo guardo en el frigorífico y lo uso sacándolo una hora antes de su utilización.

Hice todo el pesto siguiendo una recetilla que tengo en un libro (aunque la hago un poco sobre la marcha, porque en realidad no importa mucho) de recetas con Thermomix.

En el cubo de Thermomix trituré el queso (poniéndolo a potencias 5/6 y aumentando varias veces hasta que quede bastante fino: cuanto más seco sea, mejor) y lo retiré.

Introduje los 3 dientes de ajos cortados en cuadraditos y trituré. Agregué las almendras. Trituré…

Acabo de ver una receta que lo explica más en detalle. Copio:

Poner en el cubo las almendras, la albahaca, el ajo, el queso y programar 15 segundos, velocidad progresiva 5-7-9.

Verter poco a poco el aceite a velocidad 5, con el cubilete puesto, de forma que caiga un suave hilo que vaya emulsionándose. Añadir sal, si fuera necesario, aunque el queso aporta suficiente sal y sabor.

Ya dije que reservaba el exceso para su uso posterior. Este viernes tocó usarlo.

Preparación de la pasta al pesto

En un recipiente que soporte altas temperaturas, añadir agua en abundancia (3 litros). Y ponerlo a fuego a toda potencia. Para que no se detenga la cocción cuando se produzca. Echar un par de cucharadas de sal. Ya que estaba hecho, usé aceite de oliva aromatizado con albahaca para añadir sabor, echando un par de cucharadas al agua de la cocción.

Cocer la pasta normalmente cuando el agua comience a hervir. La mejor para esta receta son tallarines, porque son planos y adsorben (sí, adsorben con d) más salsa, pero los espaguetti estaban abiertos. Así que…

Cuando esté la pasta, escurrirla sobre uno de esos aparatejos con agujeros que sirven para ello, preferiblemente planos, metálicos, para que la pasta sufra menos abrasiones. Antes se habrá tenido la precaución de poner bajo el chisme colador en cuestión una jarra en la que vamos a recoger algo del agua sobrante de la cocción. Bajo ningún concepto lavar la pasta: si esto es inadecuado siempre, en este caso es terrible, porque luego la salsa no se adherirá correctamente y quedará deslavazada.

En un bol (o en un vaso) mezclar la cantidad deseada de pesto (sin excesos, que es muy sabrosa) con una cucharada de aceite de oliva y una cucharada (o dos) de agua de la cocción.

Mezclar en el cacharro mismo que se ha usado para la cocción con la pasta y añadir algo de agua si fuese necesario, siempre, de la que quedó en la jarrita que usamos para recoger la de la cocción de la pasta.

Es simple, pero no tanto como parece. A mí me parece un plato delicioso que tengo la suerte de conseguir que me salga estupendo de sabor, de apariencia… y para rematar: marida perfectamente con vinito blanco o un rosado de aguja… Muy de restaurante italiano, vaya.

Esto no es una broma