A punto de extirpar de las tripas
del portátil de mi madre
el obsoleto
(por decisión de Gates)
windows XP.
Casi reconozco
haberle cogido cariño
a este sistema operativo
que
con el paso de los años
ha demostrado ser
robusto
sencillo
fiable.
Pero llega el tiempo de abandonarlo
y me cuesta extirpar este duodeno
funcional
aunque sea para instalar alguna
distribución de linux
de bajos recursos
que sea agradable a la vista
y al tacto
de quien estaba acostumbrada a su Inicio
y las cuatro cositas que usaba.
Me resisto a no dejar ni una mísera partición
dedicada
con su formatito NTFS
y un arranque dual que garantice
poder seguir usando
lo de siempre.
Pero llega el tiempo de abandonarlo
y la operación debe ser
definitiva:
sin marcha atrás.
XP ha muerto.
No demoremos su entierro
que los cadáveres descompuestos
tienden a heder.