– ¿Te diste cuenta de que
te contaba cuentos?
– Ya no lo haces.
– No, hemos enfriado nuestra noche
con silencios marchitos.
– Pero tus labios
siguen sabiendo contarlos
¿Por qué no vuelves?
– Esta misma noche
bajo las estrellas
bajo tus estrellas
apagaré tus ojos con la voz de
érase una vez
un ramillete de olvidos
que caminaban por la orilla de tus pupilas
y al caer bajo tus párpados
decidieron quedarse a dormir.