Rojo y negro
como Stendhal
viajan a la velocidad de los electrones libres
hasta encontrar un mapa de ocho puntos cardinales
en el que se topan con un cable amarillo
como el despertar.
Me apuntan a la cabeza
sugiriéndome
que soy suyo
que soy su continuidad
que soy su mísero factotum
que soy un montón de cables retorcidos
con electrones poco liberados
viajando como pueden entre mis células
sus membranas
y toda la porquería
que llevo dentro.
Hasta dejar que componga esta idea
transferida a unos dedos
transferida a un teclado
transferida a un cableado
que acaba por volcar
este poema
contemplativo
a esta pantalla que miran unos cables
rojos y negros
verdes y ciegos
buscando un cable amarillo como el despertar
en lo más hondo de mi …