Ayer nevaba

y hoy el azul metalizado
de esta ciudad de carbón
vuelve a rutilar en el cráneo
de un dios de la mitología nórdica
donde habitamos
rodeados por una serpiente
de boca ancha.

Ayer nevaba
casi insensiblemente
sobre nuestros cristales
sobre nuestros pesares
sobre nuestros recuerdos
sobre.

Ayer nevaba
copos únicos
e indistinguibles
copos albos hasta el alba
en que murieron todos
(todos)
con la indecencia de la sabiduría
que da la miseria de la nostalgia.

Ayer nevaba
y olvidé que un muñeco de nieve
es pecado mortal
para algún que otro imbécil.

Ayer nevaba

pero eso era ayer.

Esto no es una broma