Prólogo de Poemas Comunes, de Ernesto Pentón

Mi querido Ernesto Pentón publica otro libro de poemas (disponible en Amazon) y me invitó a escribir su prólogo.

Este es el resultado:

Poemas Comunes

Ernesto Pentón Cuza

Prólogo de Giusseppe Domínguez


Portada poemas comunes

Para mirar con cordura
habría que dejar caer la cabeza por la ventana.
Ernesto Pentón

 

Colección de colecciones, estos Poemas Comunes son comunes y no comunes, son maravilla de lo mínimo (oriental como jardín japonés) mezclado e imbuido de experimentación poética, juguetón y divertido, con humor ligero e irreverente pero sin exabruptos, humor cortés, que no rehuye la cultura popular, hasta atreverse a guiñarle un ojo a Peter Jackson con cierta iconoclastia que rompe toda imagen especialmente aquellas del lugar común, más allá del título del libro, da de lado estereotipos como lo puede hacer quien atisba con profundidad, más allá de toda superficie (que rompe) con su mirada cuerda de poeta que deja caer su cabeza por la ventana.

Poemas de enumeraciones de qué son las palabras para un poeta, poeta de árboles, poetárbol, que diría Eduardo Scala, poeta con raíces que da sombra, refugio y que es semilla en acto, semilla potente y realizada. Como la infraordinaria descripción al modo de George Perec, llama tras la que queda una tristeza lírica, pinceladas de Cindy Sherman y Charles Bukowski, de ese realismo sucio con la influencia de una triste muñeca abandonada. Desde la visión más realista posible acostumbra a proponernos saltos a la metáfora, para que no nos olvidemos: podemos ver más de lo que vemos si miramos de otra forma. Reclama, una y otra vez, la poesía, hasta que los ojos se nos llenen de sauces.

La serie Abrazos es un regalo de esos que le gusta hacer, en los que se muestra más desnudo que nunca, dedicándole poemas a los amigos, a su querido Elías y a la esperanza que es una Esperanza con mayúscula presente en sus poemas y en su vida. Quiebros amables que reconducen al terreno de la omnipresente ternura en la poesía Pentoniana. Es una poesía de amor dulce, expuesto, sin miedo a ser cursi pues es simple y llanamente sincero; y en la sinceridad, la cursilería no trasciende.

Tras tres epígrafes de mi autoría, comienzo a tener cierto pudor ante la sensación de ser tratado de gurú o parecido, pero luego me pongo a pensar que quizá se trata de todo lo contrario, que por fin se atreve a tirarme de las barbas y agarrar mis versos o frases como si yo no estuviese… ¡y es que no estoy! Al fin y al cabo, el yo poeta no es el yo “prologador” y mucho menos aún el yo coordinador de talleres de escritura, ni el yo amigo y colaborador de este querido y admirado poeta.

Poeta social del que vive la poesía, hermanándose con poesía existencial o intimista, relacionando la frase “la tierra es para quien la trabaja”, con su poesía trabajada y, por supuesto, vivida. Como en otros libros, su reivindicación social sucede desde la concordia (Del lat. cor, cordis, corazón, esfuerzo, ánimo), de corazón limpio, poesía trufada de filosofía, de trascendencia muy a pesar de la aparente (solo aparente) literalidad. He ahí su referencia a la unicidad de Parménides: el uno pero el uno cotidiano, un vaso, perro, rana… y poema, también un poema que se lleva el viento. ¿A dónde? ¿A dónde?

Frente a sumarse a la critica de lavar el orbe o lavar al otro, Ernesto nos invita a lavarse a uno mismo, escuchar(se) para llevar a cabo una profunda autotransformación que cambie el mundo, llamada que hace pidiendo además que no sumemos ruido, pues Ernesto es un verdadero Príncipe del Silencio.

Silencio generador entendido como hueco, como hueco entre palabras y como espacio en las páginas, es un silencio que permite esculpir poemas en la nada. Ganas de hacer volar la poesía sobre la hoja infinita, y es que Ernesto Pentón la ve así, ilimitada, y por ello sabemos que a ese hueco le queda mucho por revelarnos.

En el poema sobre atracción simétrica, vuelve a hablarnos de los temas perpetuos de la poesía patética, de amor y muerte, una vez más escamoteando el lugar común, sin abandonar el fundamento, maduro y fuerte como para enfrentar el reto de atreverse en aquellos lares donde otros poetas ya anduvieron.

El poeta y su discurso se salen del tiempo, y no en tanto al hecho de que la poesía sea intemporal, o pretendidamente eterna, sino porque el hecho poético, ese hecho mistérico, ocurre en una singularidad espacio-temporal, la gravedad de la poesía elimina la física, clásica, cuántica y relativista, y la recrea en un Big Bang del que salen libros como este. Es un tiempo de poeta como niño frente a una pecera.

En cuanto al envejecimiento, nos habla de quien vive en un tiempo sin pasado y carece de futuro, el tiempo del poeta frente al tiempo del no-poeta, el tiempo prosaico de la presentación, nudo y desenlace, siendo la muerte la última parada, teniendo 43 años e infinitos y ninguno pues esa es la edad del poeta.

La poesía niega esa estructura en un intento de acabar con la realidad de la muerte, siempre es lucha contra el tiempo, contra ese tiempo que momifica, pero Ernesto, lucha esta guerra hasta momificado, pero siendo, porque también puede serlo, la momia de un piojo.

Giusseppe Domínguez
Madrid, febrero de 2015

Esto no es una broma