Uno de esos maravillosos poemas textuales de Joan Brossa.
No puedo sino compartir completamente el sentido del mismo. Me encanta su enseñanza constante. El día de mi cumpleaños, el miércoles 3 de junio, «me regalé» dedicarle la clase del Taller de Poesía y Escritura Creativa a este ínclito poeta.
Anécdota de la tarde: sentado en una terraza terminando de preparar la sesión, se acerca un hombre a mi mesa (situación ante la cual se tiende, en Madrid, a adoptar una posición defensiva) y me dice que si me importa ser molestado. Le confirmo que no, que no me importa, pero sigo expectante y me cuenta que es por Brossa. Se abren mis ojos sorprendidos y me cuenta que es un apasionado de ese autor y que le parecía extraño que alguien estuviese leyéndolo, así, como si nada, amén de que hace notar que había notado mi detallado estudio del libro, con anotaciones, páginas marcadas… a lo cual procedo a informarle de que soy coordinador de talleres de poesía y que, por ser el día de mi cumpleaños, el miércoles 3 de junio, me voy a regalar dedicarle la clase del Taller de Poesía y Escritura Creativa a este ínclito poeta.
Por la noche, tomando algo con mis alumnos, les conté la anécdota de la tarde cuando, sentado en una terraza, terminando de preparar la sesión…
Hoy escribo sobre esa noche en la que, habiéndole dedicado la clase a ese poeta, me había encontrado en la situación de hablar sobre una anécdota que involucraba a un hombre que se me había acercado mientras preparaba la sesión…