Cuando me encuentro escritorios de trabajo como este, lo que es bastante frecuente, dicho sea de paso, me pregunto si la persona que lo tiene no sería más feliz y más eficiente con un escritorio como el mío, que apenas tiene un icono sobre él.
Luego me paro a pensar que no todos tenemos las mismas estructuras mentales y lo que a alguien le puede servir, a otra persona le puede resultar infernal. Esto es exactamente lo que me ocurre con estos escritorios que yo considero directamente demenciales, pero que no lo son: sencillamente, son reflejos de maneras de ser, de maneras de pensar… y no todos tenemos las mismas
no todos tenemos las mismas maneras de pensar
no todos tenemos las mismas maneras
no todos tenemos las mismas
no todos tenemos
no todos
no.
Ahí va el mío de ahora mismo, con unos cuantos iconos en la parte inferior derecha con las cosas que tengo pendientes de resolver. Me inquieta tanto tenerlas en la pantalla que estoy deseando hacer lo que sea menester para que desaparezcan. Un icono en la inferior izquierda con un acceso directo a una máquina virtual W7 y ya.
Y tengo fondo de pantalla no personal, pero es que es bastante «mío», pues me siento identificado con esa nocturnidad y alevosía, amén del extremo urbanismo civilizado. Habitualmente, en muchos ordenadores con bajos recursos, lo primero que hago es deshacerme de la nostalgia de una imagen de fondo de pantalla y recurro al negro completo: ¡es tan bello el negro liso! (por si alguien aún no lo ha notado, el fondo de mi página web es…)