Instante a media noche

Me siento solo
profundamente solo
profusamente solo
con una soledad
desconsolada
con una soledad
de trece cifras
con una soledad
deslavazada.

Me siento solo
sin metáforas
y sin ninguna gana
pensando en el momento de mi muerte
pensando en la vejez y sus miserias
pensando demasiado…
o tan poquito.

Me siento solo
con una soledad desamparada
con una soledad quejica y solitaria
con una soledad tan desolada
con una soledad casi ficticia
que perderé mañana
al despertarme
que perderé mañana en sus sonrisas
pero ahora
justo ahora
sólo ahora
el universo es un gigantesco cráter opaco
y el águila negra
no deja de jugar con mis entrañas.

Justo ahora
sólo ahora solo
siento una soledad unamuniana
una soledad kierkegaardista
una soledad prepaleoinuit o cuasidorset
una soledad atabascana
asolada
a solas sola y sola
y ola
y ola.

Me siento solo
profunda
profunda
profundamente
solo.

La noche me acompaña
y no tengo final para un poema
que no quería empezar
sabiendo como sé (falsa falacia)
que mañana lo habré olvidado
y me daré cuenta
de que este poema
es injusto
es falso
es casi ilícito
¿inmoral?

No sé, no sé…
pero la piel me pica
y los ojos no se cierran
y el vello cutáneo
me fuerza a imaginar
insectos en mis brazos
y el aire entrando en mi nariz
fantasea con sangre
sangre a borbotones octogenarios
glauca, falsa, ficticia y literaria:
sangre de olvido y olvido de poéticas
exigentes con la honestidad.

Me siento solo.
Sí, así, tal cual,
sin aditivos
ni conservantes
para tomar
… con calma
para tomar
… despacio
para tomar

Usándola como moneda
de cambio cibernético
por un mísero puñado de aplausos ciegos
mientras no dejo de pensar
en las peras del olmo.

Esto no es una broma