Llueve mi corazón ciénaga opaca
nubes de luz que agota una eñe inalterable
llueve llanto gris asfalto
un horizonte verde de perlas endiosadas
diademas de placas tectónicas en mitad de las Azores
llueven sutilezas de la noche
llueve alquitrán amargo
cerveza envenenada
llueve un carnaval de músicos borrachos
sobre tu penacho de lágrimas ladrillo
llueve un mar de mares enlosado
apoteosis en tesis sintéticas y apocalípticas
llueven miembros de gabinetes episcopalianos
llueve una miriada de miradas mirloventrescadas
sinsentidos y alborotos
llueve una sinrazón sin aderezos
tiniebla y duda
llueven gotas de niebla en ocasos casos
llueven mochilas cargadas de futuro
poemas cargados de palabras
y palabras cargadas de mochilas
llueven añiles y albañiles
radiadores blancos e infinitos que caen desde tu nuca a tus riñones
llueven cabinas telefónicas con mujeres intentando alcanzar la ranura del teléfono para insertar una moneda
llueven libros multicolor de autores multiforma
llueven lomos
llueve un cargador del móvil apagado
reliquias de olvidos que trasladamos a la memoria desde el debatir del portal craneal
llueven regalos de miradas
amigas galas
teutónicas
hispanas
llueven moléculas de dióxido nítrico
sobre mis campos y los tuyos
llueven fogonazos de alcanfor y de bombillas
llueve una inmensa columna de letras negras
sobre este cuaderno transparente
llueve un poco más que ayer que no llovía
más que un sinfín de proyectiles
en un lejano barrio de París
llueve en las calles
y en ese minúsculo pedazo de nuestros labios que queda descubierto cuando nos estamos besando
llueve un palacio de almas que cae cae cae siempre de pie para que no se rompan
en mitad de un prado almidonado
llueve sin parar y sin final
como un poema que abarque el universo
y que lo empape de poesía hasta que el último
se entere, por fin, de que es esponja.