Delicada sutileza natural, con tintes oníricos, pero terrenales.
La obra de Raquel G. Figueiras me evoca Brancusis femeninos, una reclamación de una masculinidad contemporánea, un canto al frágil canto de un gallo y la omnipresente figura maternal del nido.
El empleo de materiales delicados, realza esa demanda de atención a nuestro entorno, una mirada cuidadosa, mimosa, cariñosa, incluso en las más aguerridas figuras de rostros hipermedicalizados, al tiempo que grita silenciosamente llamando a la moderación, a la responsabilidad, en definitiva, a la sensatez.