Hoy es San Juan.
Hace años yo solía salir por la noche madrileña
a saltar hogueras improvisadas y algo canallas
que se alimentaban de cualquier mueble antiguo
en las plazas del centro.
Recuerdo una especialmente con amor
en Plaza del Dos de Mayo
con mis amigas Sylvia
y Elena
a la que había venido una amiga
de Mithreyii
cuyo nombre no recuerdo
cuyo nombre no sabría escribir.
Salté por encima del fuego
quemándome parcialmente las deportivas
deseando seguir deseando.
Amaba y amo.
Hoy es San Juan.
Ayer no salí a ninguna hoguera
y no salté por encima de ninguna improvisada
llamarada
y podría culpar a la instituicionalización
o al hecho de que se fue prohibiendo
por descontrol
ese tipo de eventos que hacían de la noche madrileña
un lugar mágico donde cualquier cosa podía pasar.
Pero amaba y amo.
Ayer no salté
el fuego incombustible de la voluntad ciudadana
porque no me apeteció
y no le doy más vueltas.
Hoy es San Juan.
Alicante está ya en el olvido del origen de mi nombre
cuando Queralt me renombró
bajo las mangueras bomberiles
y el amor en la playa de San Juan
era matemáticamente incomparable
hasta que matemáticamente lo fue.
Soy es San Juan.
Amaba y amo.
Amo.
Y, seguramente, amaré.