El método científico hace cinco decenas de miles de años
no estaba precisamente muy evolucionado
y a alguien le dio por explicar
por qué teníamos sueños
por qué bajo los efectos de la droga teníamos visiones
por qué en trance podíamos entrar a ver algo inexplicable
y se le ocurrió que había otro mundo.
Era la más racional de las explicaciones posibles
para alguien que aún no infería la distancia cronológica
entre la fecundación y el parto.
Era convincente
y aún resulta atractiva como explicación
porque nos permite la ilusión
de la evasión.
Yo
para eso
tengo Australia.
Viajé hace ya más de 20 años buscando otro mundo
sin darme mucha cuenta de que el cambio
se produciría en mis ideas
sin ello sea demérito de tal mutación.
El alma
lamentablemente
(o no)
la había vendido a un chico llamado Mariano
por ironías de la vida
en unos futbolines o billares
que regentaron mis padres
por lo que costaba una partida de comecocos.