En un alarde de generosidad
he amado hasta las querellas de las investiduras
con una pasión inigualable
que conduce mi almah hebrea
a un lugar en el que nos encontramos
con la mayor de las decepciones:
la vida sigue igual
y muchas personas no han aprendido a disfrutarla.
Mi coche de caballos me ha dejado tirado
a la orilla de tus pezones
y no alcancé a encontrar
una salida de tu piel:
sigo encadenado a un glóbulo rojo
que abandera la marea de tu sangre.