Osamenta
La noche. Tos. Más Tos.
Se rompen vasos capilares en el fondo de mi cráneo.
Pasan minutos. Parecen horas.
Maldita tos. Tos.
No sé qué hacer.
Intento recordar que un día no tuve tos
y era feliz.
Pasan horas. Parecen minutos.
Tos.
Tomo jarabe. Tomo miel. Tomo agua. Tomo medidas.
Tomo átomos átonos. Pero nada cambia.
Más Tos.
No quiero despertar pero estoy despierto y leo.
Leo un artículo que informa sobre un atentado en Berlín
y rebajo la importancia que le doy a mi infernal ataque de Tos.
Vuelvo a la cama. Más Tos.
Salto de la cama.
Todos los huesos crujen
pero no puedo olvidar lo de Berlín.
Han asesinado al embajador ruso en Turquía.
Alepo sigue siendo zona de guerra. Se habla de reconquista.
Tos.
Duelen los huesos. Duelen los músculos. Duelen los tendones.
Duelen los nervios. Duele la empatía y la inocencia.
Desvanezco todo intento de reconciliar el sueño.
Y veo amanecer sobre cadáveres que no veo, pero que están ahí.
Los tonos oscuros de las fachadas dejan venir el día.
Y nada cambia.