Ayer hice una infusión deliciosa y presuntamente saludable: jengibre fresco en láminas con canela en rama, clavo, cardamomo y un pellizco de tomillo. Riquísima con miel.
Corté láminas muy finas (casi es lo mismo que rallarlo) un trozo de aproximadamente un centímetro cúbico de raíz de jengibre fresca.
Las puse en un cestillo de los que se utilizan para las infusiones junto con una rama de canela semimachacada, un par de clavos (la especia, claro), un par de semillas de cardamomo verde y un pellizco (cantidad bastante imprecisa, la verdad) de hojas de tomillo.
Esa era la mezcla a infusionar para un litro de agua hirviendo. Lo tuve durante unos diez minutos en esa suspensión heterogénea hasta que extraje el filtro y serví con una cantidad arbitraria de miel. Según los gustos de cada cual.
Muy agradable la mezcla de sabores/olores del jengibre y la canela, que se suavizan mutuamente. La utilidad del clavo es resaltar la potencia aromática y el tomillo creo que viene bien para la garganta.
En general desconfío de las soluciones de salud milagrosas y el jengibre últimamente está entre ellas en muchas conversaciones, así que no suelo confesar que lo tomo con frecuencia. He mirado los efectos secundarios del uso de tal «medicina» y me encuentro con que tiene algunos. Esto, quizá, me hace creérmelo un poco más.