Atentado en Barcelona.
Dolor. Solidaridad con el miedo y con la pérdida.
No tengo más que añadir.
Diario
Ha sido toda una sorpresa la oferta de entretenimiento que ofrece la plataforma de Amazon Prime Vídeo o, para simplificar, Prime TV.
Fue por mera casualidad que contratamos el servicio, pues íbamos haciendo muchos pedidos a Amazon, los más caros de los cuales han sido para amueblar y equipar el estudio de Costanilla en el que ahora tengo los talleres y que pienso rentabilizar mucho más (he de hacerlo) a partir de este nuevo curso. Para mejorar las ofertas disponibles en el mercado online, así como para agilizar trámites de envíos, cobros, etc, merecía la pena abonar los 19,90 euros anuales que cuesta pasar a tener una cuenta «Prime» / Premium.
Sin saberlo, como «daño» colateral, estábamos también contratando el servicio de Vídeo por Streaming y bajo demanda vinculado al gigante de las ventas internáuticas. Aunque mis espectativas eran poco menos que misérrimas teniendo en cuenta el pago tan reducido comparado con las ofertas similares del sector, como Netflix o HBO que rondan, de mínimo, los 10 euros cada mes (más de seis veces el precio de Prime TV).
Este verano, accidentado de una rodilla, he consumido más de lo habitual este tipo de productos (olvidémonos de denominarlo arte, pues no dejan de ser consumibles de mejor o peor factura, pero hechos para entretener y sin mayor pretensión ni objetivo que el de permitir ratos de asueto y anestesia cerebral) y lo he hecho principalmente en mi teléfono móvil conectado a las omnipresentes redes wifi y utilizando la aplicación (app) de Amazon Prime Vídeo.
Sorprendido, he disfrutado de unas cuantas series que recomiendo para empezar en este universo Amazing…
Delirio audiovisual que no deja indiferente más allá de si su narrativa es rocambolesca. Una trama que parece un versionado muy libre de la más descabellada teogonía griega o hindú, mezclando mitología cristiana dándose todos los permisos para ser incorrecta hasta la saciedad.
Sexo, sangre a raudales, acción reposada y tirando a lenta, personajes perdidos en una historia loca, pero una verdadera joya visual. Reminiscencias de lo mejor de Spartacus pero con más cuidado por los detalles. Parece estar hecha para que cada fotograma sea digno de ser la portada de un disco de rock.
Protagonizada por Ron Perlman, quien lleva en televisión y cine desde 1979 y a quien no puedo olvidar en su inmejorable caracterización de Clay Morrow en Sons of Anarchy, es otra de esas series que deja con ganas de ver más capítulos, a pesar también de una marcada obsesión con la cristiandad, los fanatismos y los tejemanejes de las iglesias en el libre mercado.
Influencias de la inigualable Breaking Bad en la evolución de un personaje que parte de una maldad organizada y política para acabar siendo una especie de locura traumática que consigue que te apiades de su alma a pesar de los pesares.
Narrativamente sencilla, Hand of God usa bien sus cartas para que llegues a dudar de la posibilidad de lo imposible, para que aceptes el juego de la fe ciega y caigas en las garras de las explicaciones fáciles.
Hipnótica y de factura intachable. Corrupción, religión, crimen, infidelidad, sexo, fragilidad, locura, denuncia del racismo y machismo instituido, parece tenerlo todo. Y todo lo hace bien.
Serie irreverente más seria de lo que parece y menos seria de lo que parece. Bajo un título que espanta proviniendo de una serie made in USA, se esconde una pieza que mezcla la ironía con una trama de espionaje más o menos bien llevada.
Otra pequeña grata sorpresa de este canal (PrimeTV) que parece apostar por series bastante indies (algunas de las cuales lo son en demasía, como las de la pedante/hipster creadora de las pretenciosas postmodernas Transparent y I Love Dick, Jill Soloway, a pesar de debérsele en parte la serie de culto A dos metros bajo tierra) que no tienen cabida en las alternativas más conocidas «emisoras» de streaming.
La impecable puesta en escena de la escalofriante novela de ficción histórica de Philip K. Dick merece un visionado y es merecidamente una de las más famosas series de la plataforma.
No obstante, la trama no avanza a un ritmo razonable estancándose en unas migajas de misterio que no acaba de desvelar ni de explotar como si se tratase de una novela de 1200 páginas, en lugar de una serie de televisión.
Aun así, la realización, el vestuario, la ambientación son tan buenas que perderse esta serie es una pena. Fantásticos los personajes femeninos y el del ministro japonés.
Injustamente desconocida, la última serie protagonizada por Billy Bob Thornton no deja de ser un drama bastante manido de denuncia de pequeños contra grandes al más puro estilo Erin Brockovich, y como esta es un tanto maniquea y condescendiente, pero también se apoya y se levanta formidable sobre el talento interpretativo del actor protagonista.
8 capítulos que saben a poco y que prometen una segunda temporada mejor aún.
La hermana oscura de aquella serie ochentera titulada Fama o una producción realizada para los fans de Cisne Negro, dicen de ella, pero la verdad es que esto es tan sólo debido a que el «fondo de pantalla», el lugar en el que ocurren los acontecimientos circunvala la danza clásica y su mundo plagado de tópicos sobre el sacrificio, el dolor, el autoritarismo…
Más allá de personajes poco desarrollados y tramas o lineas argumentales que no han sido continuadas, esta serie abortada en una minúscula temporada de 8 capítulos tiene bellísimos momentos y la originalidad (o no tanta) de situarse en ese contexto dancístico.
La verdad es que lamento que no haya dado más de sí y se hubiesen creado historias del mismo peso para otros personajes de la serie, una temporada por cada bailarina por lo menos. La serie tenía posibilidades, pero se desplomó enfocándose en un drama oscuro de superación y de familia más allá de lo disfuncional dándole más protagonismo del que merecían a un hermano exmilitar y un vagabundo inverosímil a costa de restarle foco a la pieza de danza y el mercado de la misma.