Ante estas bellas palabras:
Cuando no eres capaz de separar al criminal de su etnia, de su nación, de su orientación política, de su sexo, de su fe, los malos han ganado.
Cuando eres incapaz de ver que el 99% de las víctimas del terrorismo islamista son musulmanes. Que los que luchan contra esas organizaciones criminales en Siria, Líbano, Irak o Afganistán, son musulmanes, los malos han ganado.
Cuando eres incapaz de recordar que Europa era hace pocas décadas escenario de atentados cometidos por gente de tu raza, de tu credo, de tu cultura y no por ello se condenaba a tu raza, a tu credo, a tu cultura, los malos han ganado.
Cuando odias lo que desconoces, ya seas cristiano, musulmán, ateo o de cualquier credo conocido, sin molestarte en ver más allá de la bazofia informativa que los verdaderos responsables del odio cocinan para ti, los malos han ganado.
Yo no pienso dejar que triunfen. No conmigo y los míos.
Los malos (y las malas, para ser inclusivo e inclusiva) no existen. Tampoco los buenos (ni buenas). Lo que hay que condenar son las acciones, nunca a las personas.
No hay terroristas: hay personas que comenten actos de terrorismo.
Sería tan fácil poder determinar que alguien «es», en lugar de evitar que cualquiera «haga»…
Pero en esta diferencia radica la dificultad para combatir manteniendo libertades que consideramos inalienables. De condenar el acto es de lo que deriva nuestra libertad. La perderemos si pasamos a hablar de buenos/malos, cristianos/musulmanes/ateos… grupos, categorías…