Nuestras nubes electrónicas
se interpenetran.
La probabilidad de encontrar un electrón mío
orbitando alrededor de un núcleo atómico tuyo
dista mucho de ser nula.
Mis átomos no saben
si son parte de tus moléculas más periféricas
e incluso mis emanaciones nitrogenadas
u oxidocarbónicas
han profanado
sin nuestro mutuo acuerdo
tu sacrosanta oquedad pulmonar.
Algunas de mis moléculas
ya son parte de ti
y las tuyas me conforman
y escriben este poema
de sensibilidad y materia.
Creo haber visto una célula
volar entre tejidos
de tu epidermis a la mía
o viceversa versando
sintiéndose perdida.
Rastros de ADN hemos intercambiado
en pequeñas dosis
de fibras inasibles.
Soy algo de ti.
Eres algo de mí.
A falta de asumir
que somos todo continuo
con siluetas derivadas
de un problema abismal
de capacidad visual
y necesidad aberrante de categorización
simplificante.
¡Ay si pudiéramos ver
con ojos de microscopio electrónico!
Incluso los fotones
que crujen entre inexistentes
órbitas de Böhr
nos tomarían el pelo
y nos regañarían
por querer poner palabras
(roce/choque)
donde sólo hay
goce.