El teclado me habla entre risas apagadas
con una mirada sorda de labios carnales
para no decirme nada más que un olvido
y gritarme al alba un silencio aturdidor.
El teclado me habla pero yo no le escucho
porque estoy cansado de su palabrería
llena de letras muertas empapadas en sangre
de estos dedos que apenas sostienen la verdad.
El teclado me habla con la razón de peso
de una lágrima aciaga que ocupa un horizonte
sin encontrar la miseria del paso del misterio.
El teclado me habla para reñirme quedo
por no escribir sonetos a la luz de la luna
e ignorar el aprecio de los clásicos muertos.