La semana pasada
en algún momento que no puedo precisar ni es importante hacerlo
la impresora
comenzó a imprimir doble
ebria de tinta ciega
todo lo que escupía
tenía una
preciosa pero ilegible
duplicación desajustada.
En varias tintas el efecto
era aún más bello
aunque seguía siendo ilegible
o quizá porque seguía siendo ilegible.
El periodo de garantía acababa de transcurrir
y me veía abocado a adquirir otra
seguramente por la vía de la compra
telemática.
Hoy he dedicado parte de la mañana
a limpiar sus tripas
con un papel blando
sin saber muy bien qué es lo que estaba haciendo
teniendo confianza en que no podía empeorar.
Ha vuelto a imprimir sin esa duplicidad
tan intrigante
y me inquieta pensar
que prefería que estuviese estropeada
para imprimir la imperfección del mundo
por sus venas.
La prosa es la reparación
que la poesía pone de manifiesto.