Hace unos días una de las personas que asiste a los Talleres de Poesía y Escritura Creativa de Clave 53 nos trajo de Korea este atípico té (infusión, propiamente dicho) que yo no sabía cómo hacer.
El viernes pasado, atrevido, propuse abrirlo y probarlo en grupo en el encuentro que organizo una vez al mes en torno al té y la poesía.
No sabía qué tipo de té era, no lo había abierto, quería abrirlo en una ocasión especial con gente especial y dedicarles esa apertura, ese desvelado de misterio, esa epifanía…
Pero nos encontramos con unos gruesos trozos de algo que parecía ser corteza de árbol y que olía casi como a chocolate crudo, a fruto de cacao. No sabíamos si había que infusionarlo y de qué manera, así que hicimos un «experimento» de 2 litros con una cucharada de esas pequeñas lascas marrones con agua hirviendo durante un par de minutos (creo que fueron 2 poemas).
El líquido fue adquiriendo un tono ocre, aunque no muy denso, y desprendía un olor extravagante a té con chocolate…
Hoy he escaneado el escaso texto que hay en el envase y aplicado la posibilidad de traductor de Google a partir de imágenes, he rescatado que se trata de té de bardana del que no tenía ninguna noticia.
Buscando en internet he encontrado:
Raíz de bardana
La bardana es una planta de la familia de las compuestas que ya era apreciada en la antigua Grecia por su poder curativo. Crece en lindes del bosque y en campos de cultivo y su raíz, además de aceites esenciales y taninos, contiene una gran proporción de la estimada inulina.
E incluso una web en la que informan sobre cómo preparar e indicativos y contraindicaciones de esta infusión de «té» de bardana.
Es curioso el mundo de las infusiones. Es un territorio por explorar del que sé mucho menos de lo que querría pero no deseo dedicarle mucho más tiempo del que le dedico, como explorador ocasional.