El claxon

Suena el claxon a lo lejos
ahora unos chavales protestando
por el cambio climático
que se han congregado
vía las redes sociales
y un uso intensivo de dispositivos
de telecomunicaciones.

Suena el claxon a lo lejos
y siento que la vida pasa
fuera de la ventana
detrás de la que me parapeto
para escribir una ración de necedades
semanal
y contribuir
al cambio climático
con la mera existencia inevitable.

Suena el claxon
a lo lejos.

Posa Versos

Un año después de esta primera prueba, casi se está haciendo viral el empleo que hago de restos de cartón delgado de cajas recibidas para reducir el impacto ambiental del despropósito de comprar por internet.

Ahora hemos sacado una línea sellada que ya está creando tendencia y algunas de las personas que acuden a los talleres o las tertulias poéticas de Clave 53 se llevan la idea cuando no directamente los posa versos o posa vasos o pisa versos o pesa pasos…

Las combinaciones son altas y tan sólo exijo que haya concordancia gramatical, que las palabras existan, que tenga un resultado de cuatro sílabas, que la primera letra de la primera palabra sea una consonante oclusiva (p, v, b, principalmente) y la tercera letra sea una ese, que la primera letra de la segunda sílaba de la segunda palabra sea una ese y que sea plural terminando en ese.

Mi nacimiento

Mi nacimiento
ese lugar sagrado
sin tu recuerdo.

Mi nacimiento
con ramos de mil soles
amaneciendo.

Mi nacimiento
soledades me llaman
desde el invierno.

Mi nacimiento
una cálida alfombra
bajo mi techo.

Mi nacimiento
lágrimas en la alcoba
sin luz ni dueño.

Mi nacimiento
una espiral de violencia
mata silencios.

Mi nacimiento
abrigando verdades
como el misterio.

Mi nacimiento
nacimiento arrobado
contra el apego.

Mi nacimiento
un olvido sin mente
y un mal agüero.

Mi nacimiento
la cama que habitaste
con nuestro cuerpo.

Mi nacimiento
la palabra perdida
entre estos versos.

Borracho y pendenciero

Ayer vinieron a repararnos la ventana que hace dos meses habían averiado parcialmente unos intrusos que intentaron acceder a nuestra vivienda a través del tejado.

Vivimos en un ático algo abuhardillado cuyas ventanas son casi completas claraboyas que tragan el sol a la velocidad del rayo.

Una de estas queda relativamente cerca de otra accesible desde la zona común del descansillo de la escalera. Apenas un par de metros separan ambas oquedades caminables sobre la chapa metálica que ejerce de tejado.

El 13 de enero observamos síntomas que indicaban que habíamos sido víctimas de un intento de robo: faltaba el cristal de la mirilla y el marco de la mencionada ventana mostraba signos de forcejeo y deformaciones. Los protectores exteriores laterales habían sido parcialmente arrancados de manera que el viento los hacía vibrar, temblar, generando un ruido inquiertante (dormimos justo debajo de ella).

Hubimos de contactar con nuestro seguro de vivienda que cubre estos desperfectos, aunque no lo habíamos hecho nunca hasta ahora, con lo que no sabíamos el procedimiento o trámite para asegurarnos que no tendríamos que pagarlo nosotros. Obviamente, el primer paso era levantar una denuncia en comisaría.

Carmen se encargó de toda la burocracia que a mí me resulta kafkiana y me paraliza (ella es mucho más eficaz que yo en esto y otras muchas cosas).

El pago de la reparación (que implicaba una sustitución completa de la ventana, el marco y la persiana acoplada) era tan alto que me hacía recordar esas situaciones habituales en las que gastamos más dinero en proteger bienes que el coste de esos bienes en sí. Es decir, que casi podrían haberse llevado todo (absolutamente todo) lo que teníamos en casa por el precio de lo que nos habría costado evitar que se lo llevasen.

Ayer vinieron a instalarla un par de trabajadores del servicio técnico de VELUX (es una externalización, por supuesto) desde Talavera y aparcaron en nuestro querido Madrid centro. Lo que ya de primeras les resultó molesto.

Hube de desviar la conversación desde que entraron a la casa, porque el responsable de ambos (el otro parecía ser un becario o ayudante algo avergonzado del comportamiento de su maestro) no paró de hacer comentarios inapropiados en las 3 horas que duró el trabajo.

El primero de ellos, como dije, que si era algo inaguantable el tener que aparcar por el Madrid Central. Sin darle respuesta, pasé a hablarle de nuestro problema y lo que hacía que él estuviese allí, ganando un sustento con el que poder protestar por lo mala que es la gestión de un ayuntamiento que ni siquiera es el suyo.

El segundo de ellos al respecto de lo cabrona que es la gente que roba o lo intenta, sin entrar en consideraciones de por qué lo hace, y, por supuesto, insinuando que seguro que se trataba de «ilegales». Pasé de contestarle en esta segunda ocasión también y volví el tema al único que teníamos que tratar: el arreglo y reparación. No sus opiniones políticas de bar…

Y con respecto al bar, inmediatamente me di cuenta de que llevaba algunas copas de más, pues su aliento lo delataba así como su verborrea disipada y sin control… aunque también puede ser que fuese así habitualmente (borracho o no).

En otra ocasión quiso hacerse el gracioso diciéndome que si parecía un estanco porque las prostitutas (no las llamó así, claro está) de la calle no hacían más que pedirle tabaco. Supongo que buscaba una empatía imposible en una persona que le habría echado de casa en más de una ocasión por su falta de profesionalidad, su xenofobia, su machismo…

Pero no contento con eso, cuando Carmen le dijo que había de firmar «acá» le dijo osado que ya sabía que no era española (claro, claro… Carmencita de la Mancha…) y que eso no se decía «por aquí». Vaya mentecato. Le contesté (Carmen también) que también por estos lares se podía decir, desde Cervantes por lo menos, y que además sobraba el comentario.

Ya quedaba continuar con las quejas sobre sus jefes, sobre la burocracia, sobre los bancos, sobre que «la gente» era lo peor y que no quería líos luego…

Por supuesto predije en mi mente a qué partido político va a votar en las próximas elecciones este señor. Pero lo más lamentable es que él no es tan raro como yo.

Así que… se avecinan tiempos funestos.

Aborrezco los memes

Ahora que se ha extendido la costumbre de reenviar y enviar en redes sociales y hasta en mensajes personales los memes, esa forma banal de apelotonar información simplificándola hasta convertirla en una parodia de lo que es verdadera información, una especie de caricatura sin el cuidado psicológico de una buena obra caricaturística.

En resumidas cuentas, un meme me parece la banilidad y la simpleza utilizadas como herramientas de diálogo y de gestión de la información.

Y sin querer ser siempre denso y sesudo, lo que no puedo soportar es tanta bajeza intelectual como para tomarse ni mínimamente en serio esas cadenas de mensajes prefabricados, donde no existe creación más allá de en algún rincón del que nunca se sabrá nada… o casi, y adueñarse de ello como si fuese creación propia, incluso, por poetas… es lo peor que he visto en mi vida…

Y alguien acabará por sacar un meme de este mismo comentario, porque tampoco es mucho más que una memez subjetiva sin otro objetivo que un pequeño desahogo. Pero el ámbito y el contexto…

Lecturas del ano

Hay quién ha remarcado esta opción como la más «ridícula» o motivo de mofa, pero es la única de las tres que a mí no me parece ni ridícula ni chifladura, pues sí que es probable que en nuestra piel se inserten consecuencias de nuestra forma de vida, de nuestras decisiones, de lo que puede que podamos modificar, mientras que en unas cartas más o menos azarosas y en una «bola mágica»… pero vaya, que será que soy demasiado materialista (y en esta ocasión no dialéctico).

Ay, los neutrones…

Esto no es una broma