Una mujer
bajo mi balcón
está teniendo una conversación
que no he podido evitar escuchar
aunque se reduce a unos improperios
y unas cuantas frases de alto voltaje
del tipo:
me toca la polla
¿sabes lo que te digo?
que no hay otro argumento que me toca la polla
me importa una polla
a mí me suda la polla
el caviar tiene que traerlo él
no me sale de la polla
no soy su puta esclava
me la suda
dile que se joda
es un jodido hijo de puta
deberías de haberte salido de la reunión
no se lo dije
ya no no
esto no es para pedirte permiso
o sea
porque no te lo he dicho antes
y ahora empieza a bajar el tono
casi hasta llegar a un conciliador
volumen que invita a pensar
que se está reconciliando con el universo
nacho tiene toques
tiene toques
y este va a ser mi último toque
en qué momento no te das cuenta de que yo no soy tu compañera
que así no tienes que contarme las cosas…
… ya
no estás de acuerdo
navegamos a la orilla del silencio
roto por el bramido de una moto
un camión de reparto
algún coche acelerando
sigue hablando
intuyo
pero apenas perceptible
a la sombra del enfado
que puede o no estar justificado
o necesita o no estar justificado
para verter sus exabruptos
a un millar de decibelios
con una
por otro lado
melodiosa voz
con apetito de hostilidad.