Camino de Donibane

Texto escrito hace ya más de 1000 años. Con todo cariño.

Tomo camino de Donibane que pasa por Lezo para encontrarme con Alex y, si puedo, con Olatz para volverme esta tarde y charlar con Xabi, mi amigo que está tan mal como nunca le he visto.

Salgo de la Plaza Gipuzkoa y atravieso el Urumea dejando a derecha Egia y a izquierda Gross, voy fronterizando estos dos barrios de los más típicos donostiarras para empezar a rodear el verde de la falda del sin igual Ulía que a su oriente protege a San Pedro y lo aísla del crecimiento metropolitano.

Pero antes, en Rentería, nos lanzaremos al otro lado de la ría que separa ambos Pasaiak y, cruzando la villa de mi amiga y profesora particular de prácticas de Euskera, Olatz.

Quizá allá me baje y aún no lo he decidido, para seguir los pocos metros que la separan de Donibane a pie junto a las fábricas y locales que me impedirán ver la ría.

Al fin de mi camino, Alex y un restaurante bajo su casa donde comí una vez las mejores lentejas que haya comido nunca.

Y, como siempre que tengo la suerte de visitar San Juan, visitaré el que considero mi lugar favorito de Gipuzkoa, de Euskadi, de Europa… El sitio que me presenta la más bella puesta de sol que jamás viese: lo que llamamos Puntas de Pasaia.

Seguro que allá escribo algo más bajo la influencia de la contemplación del crepitar del Cantábrico contras las rocas inaccesibles que tan absorbentes me resultan.

Montañas, rocas, olas, mar, sol… pero, sobre todo, tantos buenos amigos, tantos recuerdos pasados, tantos recuerdos futuros…

– Gorri bat, mesedez

– Eskerrik asko

Ando esperando a Alez en una taberna de San Juan con el fresco aire que llega del mar, se mete en la ría y entra por las ventanas meciendo las hojas verde claras de la hiedra del patio sombreado.

Gipuzkoa, 1995

Esto no es una broma