Ahora nos felicitamos del acuerdo al que han llegado Pedro Sánchez y Pablo Iglesias para intentar formar un gobierno que supere los obstáculos que habrían afrontado en las pasadas elecciones del 28 de abril de este mismo año si hubiesen hecho lo que ahora hacen, pero:
¿Por qué no fue posible un acuerdo PSOE-Podemos entonces y sí lo es ahora?
No solo es achacable al desplome de Ciudadanos, que tentó al PSOE para no realizar una deriva a la izquierda, ni al auge desmedido de la ultraderecha, sino también a que parece que vamos aprendiendo a vivir en un parlamento en el que el bipartidismo ni está ni se le espera y los votantes no castigaremos a un partido que pacta para gobernar con alguien que no nos gusta, como pueda ser para quienes votaron al PSOE el entender que es viable un pacto con PODEMOS para gobernar (después de tanta carencia de gobierno, lo agradece mucha gente, parece ser), ni en PODEMOS se oyen voces de «con Sánchez no»… y ya ni siquiera se oyen esas mismas voces en el desolado local de Ciudadanos.
Hay que comprender que hay que unirse con quienes se nos parecen más o menos, para alcanzar acuerdos…
En Euskadi o en Catalunya llevan haciendo esto desde hace décadas y no les sorprende, pero en España es nuevo (desde tiempos de la Segunda República) esta forma de hacer y entender la política que habría provocado que, si Sánchez (o Iglesias) hubiesen aceptado a la primera un acuerdo, sus partidos hubiesen sufrido un varapalo de incomprensión, inaceptación o como lo queramos denominar.
Pero visto lo visto, parece que entenderse es lo que toca.
¿Seremos capaces de asumir que también hay que entenderse con una buena suerte de partidos con representación nacional de preferencia local, como son los nacionalistas?
Es imposible, sin abstenciones casi inimaginables, una legislatura tranquila sin acuerdos con partidos como ERC o JuntsXCat… Así que toca seguir aprendido lecciones de negociación, en lugar de enfrentamientos o dictaduras… que eso sí parece que lo sabemos manejar.