Mi querida amiga Aída nos regaló una deliciosa bolsa de tabletitas de chocolate.
Eran deliciosas tabletitas.
Fuimos comiéndonos alternadamente
Carmen y yo)
las tabletitas
casi sin sentir que terminábamos las tabletitas de chocolate
como quien termina una fase
como quien termina una vida
como quien termina una era
fase deliciosa
vida deliciosa
era deliciosa.
Mi querida Aída nos había regalado
sin saberlo
un millón de descubrimientos por segundo
un millón de alegrías por segundo
un millón de millones de moléculas.
Aunque quizá sí
quizá o seguramente
quizá
seguramente
Aída ya lo sabía
y por ello nos regaló
su simpatía.