Aborrezco la semana santa,
una semana en la que por arte de magia
se decide en gran parte del planeta
que no se trabaja porque hace no sé cuánto tiempo
(no es fácil saberlo con los líos de calendario
que ha habido desde entonces)
murió un tipo cuya existencia es cuestionada
o fue asesinado
o fue ajusticiado
y luego resucitó
y antes había sido recibido
por unos simpáticos palmeros..
Aborrezco que se cancelen clases
porque en caso contrario acaba viniendo
menos de la mitad de la gente.
Aborrezco que en todo lugar
una masa enfervorecida
de fe
a la que llaman tradición
siguen con atención unas procesiones
en las que se falsea la representación
de lo que pasó en aquella semana
que posiblemente no existió.
Aborrezco que un estado laico
tenga tantas festividades religiosas
y tan pocas civiles
como el día de la constitución
o el día de los trabajadores.
Así que algo bueno ha tenido
esta pandemia mundial
que no entiende de religión
y ha puesto en su sitio
(el silencio)
a cuantas creencias irracionales
campan últimamente por las conversaciones.
Así que algo bueno ha tenido
esta pandemia global
que ha demostrado que la poesía
sobrevive a todo.