Pasa el día
entre bombardeos de estímulos
y pantallas fosforescentes
afilando un lápiz en el alma
ese que tanto vendí.
Pasa el día.
Otro día.
Otro.
Maquetando sin parar
el libro de poemas de quienes asisten a mis talleres de poesía
en esta circunfléjica oración subordinada
que evita usar una palabra marcada genéricamente por una gramática heredada, casi como quien dice sin querer, de un latín, de un itálico, quizá céltico-itálico, de un pre-indoeuropeo, incluso nostrático… un adánico que nunca fue un évico lenguaje.
Y sigo hasta que pasa el día.
Otro día.
Otro.