El miércoles, Carmen y yo tuvimos una reunión (sí, somos pareja, sí). Una reunión en un lugar separado de nuestro domicilio (ahora que tal cosa es viable), para tratar asuntos relacionados con nuestras respectivas agendas y labores como Profesora de Tango Argentino (ella) y como coordinador de Talleres de Poesía y Escritura Creativa (yo). Compartimos la web de la Asociación Cultural Clave 53 (y la asociación en sí, no sólo la web, por si es preciso aclararlo) así que algunos cambios que han de realizarse en ella deben hacerse mediante nuestro consenso que no siempre ha resultado sencillo de alcanzar, como cuando ella hace años consideró que debíamos subir los precios a las actividades que realizábamos y yo sostenía que no era momento de hacerlo… hasta que acordamos algo intermedio (subirlo en las mensualidades manteniendo el precio en pagos trimestrales).
Mantener esas reuniones alejadas de nuestra casa (cama) hace que nuestra convivencia sea mucho más saludable, alegre, feliz… que cuando no lo hacíamos así, allá por los comienzos de la puesta en marcha de la Asociación Cultural Clave 53 en 2002.
Por aquel entonces discutíamos con frecuencia en casa sobre asuntos relacionados con la asociación, como organización de calendarios, coordinación de eventos, contactos con profesorado o pagos a proveedores. Así que tomamos la drástica y acertadísima medida de tener esas conversaciones en el espacio de trabajo (en aquel entonces situado en Campomanes, 8, Madrid), pero con el tiempo esa posibilidad fue más compleja, pues cerramos aquel espacio y tampoco teníamos tanta necesidad de reunirnos. En 2004, por ejemplo, lo hacíamos semanalmente. Así que fuimos derivando esas charlas a una periodicidad mensual y en una cafetería a la que llamamos, desde entonces, «la nuestra», situada en la Plaza de Santo Domingo, Madrid.
Por supuesto, por exagerado que parezca, antes de tener la reunión, llevamos por escrito los temas que vamos a tratar y nos convocamos mediante un calendario virtual compartido en Google. Solemos hablar de lo que nos preocupa, pero con intención de encontrar soluciones, no sólo consuelo, y es bastante eficaz, he de reconocer, por mucho que me sorprenda dado lo poco amigo que soy del trabajo en equipo.
En la mayoría de las ocasiones comenzamos con Carmen, pues su actividad es más compleja y tiene más factores que tratar que yo. Pasado un tiempo en el que ella ha ido apuntando lo que puede serle útil para el posterior desarrollo de su trabajo, nos ponemos con mis cosas, que, como decía, suelen ser pocas y más en continuidad con otros periodos, pues, salvo excepciones, soy muy organizado y previsor, así que suelo tener los talleres preparados con mucha anticipación y las clases particulares requieren poco o nada de trabajo (y cada vez menos, pues estoy dejándolas poco a poco languidecer como flores sin plantar).
Además de esta reunión periódica, tenemos un par de reuniones que podríamos llamar estratégicas o de gran alcance, en fechas singulares, tanto en agosto como en diciembre/enero, en periodos vacacionales, para saber si el camino por el que vamos en la vida (no sólo laboral) nos satisface y qué queremos cambiar y cómo. Una pregunta que nos solemos hacer en ese caso es: ¿Cómo te apetecería verte en 5 años?
Y en función de las respuestas que demos, planteamos si lo que estamos haciendo en el presente nos acerca a ese objetivo o no. Amén de indagar qué podemos hacer próximamente para conseguir acercarnos a ese horizonte que, lo sabemos, puede cambiar a medida que avanzamos.
De las reuniones periódicas, antes, guardábamos acta que nos permitía realizar un seguimiento de cumplimiento de tareas, de actividades pendientes, etc, así como ver en reuniones sucesivas si habíamos o no terminado de hacer lo que queríamos haber hecho. De las estratégicas, sin embargo, tan sólo tomamos algunas notas en cuadernos que, cuando menos lo esperas, hacen su aparición en otro periodo y te sirven para darte cuenta de si estás donde quieres estar (en la vida).
Y, poco a poco, seguimos amándonos y ayudándonos a construir una vida que nos encanta y nos ilusiona, pero que no siempre es la forma más sencilla de adaptarse a un mundo que presiona para tener vidas más, digamos, pragmáticas o aplicadas a la necesidad. Si es que no es necesidad el aprecio de la música (Tango) o la expresión poética. Nosotros, esa hipótesis, ni siquiera la mentamos porque carece de sentido.