El laúd

Tocabas tu laúd
como si no acabaras de iniciar tu andadura por la Luna.

Tocabas mi laúd
como si tú y yo, como un conjunto
no vacío,
con la trivial lámpara contradictoria,
halláramos la forma para huir:
atrás las golondrinas,
atrás la palabra lírica,
atrás un insano hábito por conquistar mundos.

Tocábamos juntos:
nos comíamos las bocas,
nos comíamos las almas,
nos amábamos
como hoy,
como cada mañana,
como cada noctámbulo minuto.

Tocábamos
lágrimas ocultas bajo la almohada,
tocábamos laúd
ignorando su uso,
ignorando un común ritmo sinovial
para acompasar tu corazón
al mío,
bajo amapolas sin volcán.

Tocabas mi tocado laúd amamantado
y sin significancia
cual una grulla loca amansa osos africanos.

Y así, poco a poco,
nos volvimos uno
y olvidamos la dualidad

acompañándonos.

Esto no es una broma