Luna a destiempo

Ahí estaba la luna
sobre el capitol de la capital
sobre los precipitados adornos navideños
a mitad de mañana
a destiempo
enjambre de verdades sobre publicidad
blanqueando un pedacito de cielo
como si no fuese con ella
dejando en ridículo
la terrible necesidad de crecer del hormigón
la terrible necesidad de crecer del comercio
la terrible necesidad de crecer del silencio.

Ahí estaba la luna
y yo
perdido en su mirada.

¡Qué antigualla!

Pues sí que parece ser antigua la casa de la difunta princesa para que los neandertales dejasen en la misma (no en el terreno que esta ocupa) unas cuantas conchas talladas. ¿No será fruto de un viaje en el tiempo instigado por civilizaciones extraterrestres que quieren despistar nuestro conocimiento de la prehistoria? ¿quizá sea verdad que la humanidad comenzó sólo hace 6000 años? y la tierra plana, ¿es redonda, cuadrada, heptagonal…?

Es tan divertido encontrar estas redacciones aceleradas que ya ni siquiera me sorprende, tan solo es una más de las muestras del deterioro laboral. Pero eso es otra historia. Pre-historia.

Yo abolicionista

Hace años defendía la postura contraria (aunque en el fondo no acabo de ver que sean «contrarias» sino posiblemente complementarias) diciendo que no existía trabajo indigno y que las trabajadoras del sexo tenían que tener los mismos derechos…

Pero hoy no creo lo mismo.

No que esas personas no tengan que tener los mismos derechos, sino que el «trabajo» sexual o prostitución no es en realidad un trabajo sino una forma de esclavitud más o menos laxa.

A pesar de vivir en la calle tradicionalmente denominada «de las putas» de Madrid, la calle Ballesta, no conozco en detalle (de manera personal) el mundo de la prostitución, más allá de observar que van y vienen (las traen y las llevan, más bien), cambiando de cuando en cuando como los objetos que son (tratadas), salvo casos puntuales de mujeres muy mayores que, probablemente, ejercen libres de la presencia de proxenetas que las s-exploten.

Algunas de las cuales, por cierto, han causado baja permanente sin posiblemente derecho a una jubilación mínimamente digna, como La Pili o una mujer muy agradable con quien solía coincidir comprando en la frutería.

Que no sea considerado un trabajo las priva de ciertos derechos, pero la base del problema es que han sido privadas de derecho. Así que, con el tiempo, he comprendido que este es el verdadero problema a erradicar.

De hecho, leyendo entrevistas o pseudo-debates entre expertas feministas sobre si abolición o despenalización, conducido sin que realmente debatan, sino que ambas den sus opiniones sin respuesta de parte de la otra persona, me encuentro claramente del lado de la persona que defiende el abolicionismo, como hacía (y sigue haciendo) mi amiga Mariel quien acabó por realizar un documental sobre el tema titulado Yo, abolicionista que incluyo al final del presente testimonio.

Me llama la atención el perfil profesional de las personas entrevistadas y tiendo a pensar si no será esa la verdadera razón de la diferencia de opiniones:

La abolicionista, profesora en la Universidad Rey Juan Carlos y filósofa Ana de Miguel es autora de Neoliberalismo sexual, en el que desmonta la idea de que las mujeres eligen libremente ejercer la prostitución.

Encarna Bodelón, quien considera que la prostitución es un trabajo sexual y defiende que vaya acompañado de derechos laborales, es jurista y profesora de Filosofía del Derecho en la Universidad de Barcelona.

Es decir, filósofa vs jurista: ¿No será una explicación de por qué la segunda tiende a la regulación, creyendo en el derecho como herramienta de salvaguarda social, frente a la primera que exige que la ética rija la jurisprudencia?

Pero el argumento que ha usado Encarna Bodelón y que más me ha convencido de su error (ya sea por ingenuidad, por estupidez o por mala intención) es:

Más allá de las políticas públicas y más allá del derecho, el primer elemento es que todas las mujeres —y más las feministas— escuchemos a las compañeras que se prostituyen

¿De verdad esta mujer cree que sin coacción (de diversos tipos) esas personas que se prostituyen se dedicarían a ello? Y, si hay coacción, ¿de verdad lo que vayan a decir es relevante?

Pero, volviendo al primer párrafo, pueden darse ambas exigencias y no me parece irrazonable: abolición del proxenetismo, del consumo de la prostitución, no de su ejercicio y, por tanto, regulación de los derechos profesionales de quien la ejerza (mientras no encontremos una mejor manera de ser mejores personas).

Depósito Legal

Lo mejor de traer un libro al depósito legal, que no deja de ser un trámite administrativo ridículo que no hace que un libro sea más libro, es desayunar en este patio tan agradable y, además, con mi querida amiga María, que vive cerca de este lugar.

Por lo demás, el libro depositado ha sido una tirada de 200 ejemplares (2 impresiones de 100) de Amada Blasco, que edité en el 2020 y que no pudo ser entregado en la oficina por restricciones derivadas del confinamiento del coronavirus.

Como decía, ese trámite no ha impedido que se hayan vendido los 200 ejemplares, prácticamente.

DeFreds

El viernes pasado, en el encuentro de Té y Poesía que organizo mensualmente, al que asistieron, online, 5 personas, se leyeron poemas de Lorca, de Alberto Morante, de Cernuda, de Burges, de José Hierro, de Juan Antonio Valente, de Mujica, de Gustavo Adolfo Becquer, de Neruda, mientras yo leía textos de Poesía Clásica Coreana, de Poetas mexicanas contemporáneas, de Alfonsina Storni… y una persona leyó varios poemas de «una» tal «DeFreds».

No me disgustaron los poemas, así que como había sido el cumpleaños de mi querida Aída y lo celebrábamos al día siguiente, salí casi disparado a ver si encontraba un libro escrito por alguien que usaba el nombre (no el propio, por cierto) del personaje más emblemático de su serie preferida.

Al llegar a la Casa del Libro de la calle Gran Vía, que cerraba, según rezaban sus altavoces, en 15 minutos, me dispuse a buscarlo por orden alfabético de autor.

No había forma de encontrarlo en «Literatura contemporánea por autores», así que pregunté a alguien que me dijo que estaba en la sección de poesía, que seguía estando, como antes de que hiciese obras el local, en una especie de gallinero incomodísimo de acceder y, más aún, de estar en cuclillas buscando el libro o intentando curiosear algún ejemplar atípico que llevarse.

Seguía sin encontrarlo y el tiempo apremiaba, así que volví a preguntar y me indicaron que no lo buscara por la D, sino por la G de Gómez. El autor resultaba ser un tal «José Ángel Gómez Iglesias» y algo en los libros, en sus portadas, en sus ediciones, no me dio buena impresión, así que desistí de comprarlo y me fui a casa.

Al llegar, hice una breve búsqueda y me encontré un artículo en el que el susodicho autor afirma que no escribe poesía y que ni siquiera le interesa, pero parece ser que sí le interesa vender, aprovecharse de un nombre que ha usurpado para que su comercialización se asocie a feminismo, a combatividad, a modernidad, a cultura pop-postmoderna.

Yo acabo asociándolo con oportunismo y vileza.

Pero lo que me parece más insultante es que una librería (que probado ha que no le interesa) como la Casa del Libro, coloque unos libros como estos en una sección a la que el autor insiste no corresponder. Es casi como darle el premio Nobel de Literatura a alguien que no cree que lo que haga sea literatura.

Hoy he leído la noticia, que veo relacionada, de una librería de Madrid que vende solo material escrito por mujeres que se ha sentido traicionada por la publicación de un premio que ha desvelado la identidad de una de ellas siendo el pseudónimo de tres hombres.

Este viernes se desveló durante la gala del acto de entrega del Premio Planeta que tras el misterioso pseudónimo de Carmen Mola, escritora de ‘La novia gitana’ o ‘La red púrpura’, se escondían Antonio Mercero, Agustín Martínez y Jorge Díaz.

Y más allá del hecho de si me parece necesario que exista o no una librería especializada sólo en literatura escrita por mujeres, o si no habrá conflictos con a qué llamamos «mujer» como escritora, puesto que hay casos en los que podría estar su idea siendo llevada a cabo por hombres, y sin entrar en la matización, importante, de si son cis o trans; más allá de ello, lo que me irrita es que se prevé cierto oportunismo, de nuevo, en la escritura de estos hombres como mujer y afán por generar conflictos que son más rentables que la calidad literaria.

Estratégicamente, no me ha parecido muy afortunado el vídeo que ha publicado la librería en cuestión, en el que se ve una mano que va deshaciéndose de los libros en la estantería de la «autora», para meterlos en una caja, sin mucho cuidado, algo desdeñosamente, para retirarlos de la misma.

No obstante, puedo comprender la utilidad de una librería que intenta paliar la injusticia de que la presencia de autoras en las librerías siempre es mucho menor de la mitad (incluso que el tercio) del catálogo (lo que parece generar poco problema en la mayoría de las personas). Suelo acudir a la misma (o a la otra, que no se lleva muy bien con ésta) que también se encarga de ofrecer libros escritos por mujeres para comprar libros más o menos necesarios para ir saliendo de ciertos sesgos que reconozco tener por el hecho de que era complicado encontrar material escrito por mujeres.

Por cierto, publicar este artículo en el Día de las Escritoras no es intencionado. Creo.

Naturaleza

El cuco gime a la sombra
del abedul.
Las ranas…
(no, no saltan)
son devoradas por serpientes voraces
(devoradoras serpientes voraces)
y acuden en tropel
a la caída de la hoja
dispersa
por el musgo otoñal.

La naturaleza
es hermosa.

Menos para las ranas.

Esto no es una broma