No está permitido…

Aseos Públicos está corregido. Es un cartel que había puesto seguramente alguien del centro sanitario donde he fotografiado este pequeño detalle. Alguien, seguramente, infrapagado.

No esta (!!) permitido… Es un cartel que les envía la Comunidad de Madrid a todos los centros sanitarios.

Sí. La ortografía está suspensa en las administraciones públicas o publicas o publicás o, casi diría, impúdicas, por no decir púbicas.

13 haikus en la niebla

Hoy no hago nada.
El cerebro licuado
no tiene fuerzas.

Hoy no hago nada.
Me duele la cabeza
sin ser frecuente.

Hoy no hago nada.
Tan solo escribir haikus
sobre la nada.

Hoy no hago nada.
Esperar desenlaces
pasando el tiempo.

Hoy no hago nada.
Calentaré lentejas
recalentadas.

Hoy no hago nada.
Tengo clases más tarde
sobre la inercia.

Hoy no hago nada.
Cansado de las noches
y de la vida.

Hoy no hago nada.
No encuentro las palabras
para expresarme.

Hoy no hago nada.
Mi mente no es mi mente:
Es un ladrillo.

Hoy no hago nada.
Acabaré mañana:
procastinar.

Hoy no hago nada.
Salvo formas distintas
de no decir.

Hoy no hago nada.
Y se llena de todo
lo que no hago.

Hoy no hago nada.
Pero hallo trece haikus
entre la niebla.

La caída del Imperio Romano fue la vejez

No las invasiones bárbaras.
No Atila.
No las guerras sasánidas.
No los pueblos godos.
No los númidas.
No el cristianismo.
No el arrianismo.
No la guerra.
No una batalla puntual.

La caída del Imperio Romano
fue la vejez:
ese deterioro paulatino
minúsculo.

Un grano aquí.
Un callo allá.
Una verruga creciente.
Un exceso de grasa.
Una corrupción in crescendo de toda célula.
Un cansancio deslocalizado y general.
Una agitación mental por falta de concentración.
Unas cataratas.
Un dolor lumbar.
Una uña enquistada.
Una fisura anal.
Una hemorroide.
Una presbicia galopante.
Un cuello con propensión a tortículis.
Un manguito rotador que ya no rota.
Una cuerda vocal paralizada.
Un catarro mal curado.
Una capacidad pulmonar en retroceso.
Un edema óseo en el astrágalo.
Un corte en el dedo gordo mientras fregaba un cristal fino.
Una rotura de menisco.
Una fascitis plantar.
Una hemorragia nasal.
Una pertinaz alergia estacional.
Un hongo incomestible.
Una muela picada.
Un diente roto.
Una encía sangrante.
Una endodoncia mal acabada.
Un tobillo mal doblado.
Una tontería más o menos menor acumulada.

La caída del Imperio Romano
fue la vejez:
ese deterioro paulatino
minúsculo.

Llegó
la decadencia,
el cáncer,
las malas decisiones,
la escisión,
las operaciones a corazón abierto,
el olvido (alzheimer),
la degeneración,
el eclipse,
la autodestrucción,
el fin.

Atila
fue sólo un símbolo
para no afrontar
que la caída
estaba implícita:

todo imperio surge
para terminar consigo mismo.

(toda vida nace
con la promesa de la muerte.)

[Estos 2 versos sobran, añadida la última estrofa, y sin embargo me gustan]

La vejez
es el recordatorio
de que se tienen deudas
con la vida
que se pagan
con la muerte.

¿Puedo escribir un poema mientras ayudo en una milonga?

La Práctica de Tango de Clave 53
me necesita
y me encanta
que me necesite.

Al fin y al cabo
cada día soy más insignificante
y menos necesario
para cualquier cosa.

Como otros domingos
ayer estuve
en la puerta de la práctica
y sirviendo té
como si no hubiese otra razón
para existir.

Escribo en pasado
pero está pasando ahora mismo.

Sirvo un té
y hablo de las bondades del jenjibre
e insisto en que es fresco
recién cortado
mezclado con tomillo
también fresco
con un par de semillas de cardamomo
con un par de clavos
de olor
con un trozo de canela
en rama
partida con las manos
para darle un sabor dulce
edulcorada con miel
de romero
para más datos.

Después de varias horas
apenas he sido capaz de escribir
una entrada de blog.

Es un poema indecente
que aparecerá mañana
en este diario diacrónico
en oposición a sincrónico.

Nada ocurre con absoluta
simultaneidad.

El futuro
ha dejado un espacio en blanco
detrás del verso del futuro.
Es un espacio en blanco inaprensible.
Nadie lo verá.
Nadie.

Soy nadie haciendo una nada siniestra.

El tiempo pasa.
El tiempo.

Yo quedo.
De momento.

Particiones del PC de mi estudio

Tengo 2 discos duros internos (SSD/SATA) en el PC pues hace unos meses el que tenía me dio problemas, que era para instalar el sistema operativo y aprovechar la velocidad de acceso que se supone que da sobre los discos mecánicos (HDD).

El equipo se quedaba parado en el reconocimiento de discos, antes de iniciar el sistema operativo, y en esa pantalla negra triste me dejaba absolutamente indefenso y sin muchas pistas de cuál podría ser la causa.

Después de pensar en adquirir un nuevo PC, incluso, lo que no me hacía mucha gracia, encontré una posible razón basada en un problema en el sector de arranque del disco que tenía, así que probé a comprar un disco interno SSD (también de 240Gb, como el existente) e instalar, aprovechando la coyuntura, una versión más reciente de Linux Mint, en concreto la 20.3, frente a la 19.3 que tenía (y aún tengo) en el otro disco.

Cambié los discos de sitio (y los cables SATA, por si eran el problema, que también podía ser) y probé con la nueva instalación y todo funcionó. Desde entonces, mi ordenador arranca sin problemas, pero había quedado un poco «desordenado», pues las particiones estaban dimensionadas como si el disco nuevo solo sirviese para el sistema operativo y una enorme partición /home que apenas contenía nada en ella.

Hoy he estado haciendo cambios, con todo el miedo que eso conlleva (pero es viernes y tengo margen de maniobra), sabiendo que tengo backups por todas partes (jejeje), para tener en el disco primero (sda) el sistema operativo principal (Mint20), así como la partición /home a la que le he reducido el tamaño pues tan sólo utilizada 13Gb para migrar desde el disco sengundo (sdb) una partición que dedico a máquinas virtuales (/media/vmachines). He dejado más de 80Gb sin asignar, porque nunca se sabe… (viejas costumbres de viejo administrador de viejos sistemas).

Eso me ha dejado un disco segundo (sdb) mucho más «limpio» con tan sólo 2 particiones, la del viejo sistema operativo Linux Mint 19.3 (que próximamente borraré, si lo preciso) y una partición /users (/dev/sdb5) que contiene lo que más me importa: dos carpetas con ./giusseppe (para algunos documentos, correo electrónico POP3, algunas imágenes…) y mi carpeta principal ./jmdomin que cada día ocupa más… y me parece un buen síntoma.

Esta es mi carpeta de trabajo y llevo décadas teniéndola organizada y sabiendo lo que ocupa. Hace tiempo que ha excedido los 128Gb y uno de los dispositivos (un pendrive llamado «minijmdomin») que utilizaba para sincronizarla ya no me sirve. Pero es uno entre más de 6 discos… así que puedo relajarme.

De esta carpeta hago copias de seguridad tanto en la nube (Mega) como en otros discos con herramientas de desarrollo propias de las que me fío y ejecuto cuando lo deseo o planificadamente.

Tengo un disco externo de 1Tb (GSPDISK1T) en el que almaceno aquello cuya velocidad de acceso de lectoescritura me resulta menos importante. Por supuesto, amén de las copias de seguridad de carpetas importantes o de mi blog.

19 metros de cable VGA

19 metros de cable VGA
recorren nuestra casa
y me he quedado corto.

19 metros de cable VGA
para llevar señales de vídeo
(de ahí la V)
hasta un proyector que ya no existe.

19 metros de cable VGA
que unen un ordenador
(que nunca ordena)
con una pantalla de televisión.

19 metros de cable VGA
encerrados en una canaleta
soga alrededor de nuestro sofá
donde nos sentamos
cada ciertas horas
a disfrutar de caricias bajo unas mantas
mientras vemos
(de ahí la V)
una serie que nos gusta
o que no nos gusta mucho
en un dispositivo
conectado a algún emisor de imágenes
por HDMI
que hace que el viejo VGA
(de ahí la V)
sea un montón de cableado obsoleto
como yo.

Post-Paraguas

A punto de recibir la edición del libro Paraguas de fotografías y haikus que surgió como proyecto allá por el lejano 2010, sin tener idea de cómo iba a terminar, me encuentro con este paraguas «volador» y no puedo dejar escapar el momento, la fotografía, incluso a sabiendas de que ya no formará parte de un proyecto cerrado.

¿Qué hacer en el futuro con proyectos abandonados? ¿Se puede seguir trabajando sobre el abandono, no ya de los paraguas, sino de los propios proyectos abandonados sobre paraguas abandonados? ¿Es lo mismo un proyecto abandonado que terminado? ¿No será un proyecto terminado uno que ha sido muerto y enterrado?

hummmm…

Twittersía

En el día internacional de la poesía se reciben sin parar felicitaciones más o menos simplonas y de lugar común, que abundan en la idea de que la poesía es melosa, meliflua y empalagosa, como tres adjetivos sinonímicos

Quizá por ello es más importante que nunca reivindicar que la poesía no es tendencia, que lo que la poesía implica es el riesgo, el no-lugar, lo disconforme, la lucha (que no la defensa de las causas, por loables que sean), la pelea a la contra, que diría Bukowski…

Y una juguetona manera de hacerlo fue la de lanzarnos a escribir esta parodia de la poesía que gana concursos por tener muchos seguidores de redes sociales.

El texto advierte que no nos lo vamos a tomar en serio desde la primera página, para que nadie se llame a engaño:

Este poemario es una gamberrada titulada
twittersía
o
20 no-poemas (que no son veinte) y una basura equivalente.

Pero tras esa página viene la verdadera miga:

o una seria reflexión sobre ¿a qué le llamamos poesía?

Ernesto Pentón y Eva Obregón Blasco fueron los encargados de generar el contenido, lo más «rápido» y banal posible, mientra Tanja Ulbrich diseñaba la portada y Giusseppe Domínguez la edición del libro, como si mereciese la pena.

Elegir una fuente tipográfica «handwriting» tan sumamente hortera, con un centrado insoportable, hace que cada página, sobre papel estucado blanco brillante, parezca una invitación a una boda del siglo pasado.

Hemos intentado ser horteras
como poema de twitter.
No sabemos si lo hemos logrado.

A pesar de la advertencia final, o justo como nos temíamos, no hemos conseguido que quedase tan «mal», tan simplona, como queríamos. Especialmente en lo tocante a la cubierta, realizada sobre la cara cruda de una cartulina gráfica con un collage alterado y volteado de Tanja Ulbrich.

El final lo dice todo (o lo pretende):

Aprendiendo a sobreimprimir con Scribus

En la edición del libro Paraguas, que estoy a punto de recibir de la imprenta, he tenido nuevos retos editoriales que voy aprendiendo a solventar como buenamente puedo, siempre teniendo en cuenta que trabajar con Scribus (software libre) sobre Linux, es más complejo que con las herramientas con las que habitualmente se hacen estas tareas, que son parte del mundo Mac(OS).

Esta vez, para que quedase el texto negro sobre una capa de color gris cálido de fondo, hube de conseguir que quedase en «sobreimpresión», que parece ser que se consigue con una capa a la que se aplica un modo de fusión que he deducido que es «multiplicar».

Tengo ganas de tener el libro en mis manos y ver cómo han quedado los colores de las fotografías al convertirlas en CMYK. Es un libro complejo, pero tengo que seguir aprendiendo. Siempre aprendiendo. Nunca sabiendo. Ains…

Esto no es una broma