He venido a hablar de mis miedos,
de esas mariposas que se posan en mis labios
y me cierran la boca de por vida.
He venido a hablar de mis pesadillas,
con las que duermo despierto toda la noche
y gran parte del día.
He venido a hablar de mis sueños,
de esos que nunca se cumplen
y generan frustración.
He venido a hablar de mí,
sin más tapujos
y sin vergüenza.
No hay que temer a la verdad desnuda
(porque la verdad siempre está desnuda)
ni a la arrogancia de exhibirla
como trofeo enarbolado.
No hay que temer a la mentira falaz
(porque la mentira a veces es falaz)
ni a la desidia por abandonarla
como quien huye entre ramas.
He venido a hablar,
a hablar y hablar
creyendo que digo algo importante
sabiendo que digo algo trivial.
Pero aun así…
he venido.