Llegué a Málaga en mitad de lo que denominé un día global y le propuse a Ester, que asiste online desde esa ciudad a los Talleres de Poesía y Escritura Creativa de Clave 53, que se tomase algo conmigo.
No pudo ser porque estaba trabajando (es médica de la Seguridad Social, así que siempre está trabajando). No sé si habría tenido mucho tiempo, porque mi vuelo desde Oslo se retrasó, en ese viaje que no paraba de proporcionarme obstáculos…
Pero me recomendó un lugar estupendo que, además, estaba muy cerquita de la estación de tren donde tenía que tomar el Iryo hacia Madrid. Se llama Taberna La Pechá y tenían una música tan estupenda que no me podía creer que me estuviese encantando, incluso con el calor que hacía (venía de Noruega).
Para llevar casi 48 horas sin dormir yo no salgo tan mal parado en la fotografía que me hice a mí mismo, lo que comúnmente se llama selfie, y que he tenido que voltear horizontalmente pues no tengo bien configurada la cámara frontal de mi teléfono móvil.
Lo primero que hice tras pedirme un vermut fue acompañarla de un pincho de tortilla española porque tenía morriña y porque quería enviarle una fotografía a Isabel León con quien unas horas antes habíamos estado casi salivando conversando sobre este famoso pincho patrio.
Me encantaron, sobremanera, las servilletas que tenían y me acordé de que Ester es una persona a quien aprecio bastante y que me cae genial. Vi que la recomendación había llegado con muy buen ojo y buena intención.