Nunca me convencen estas frases que hablan de «la gente» sin incluirse.
Hay un sujeto de la oración (nosotros, omitido) que menciona a esa otredad llamada «gente» que bien podría leerse en clave de «gentuza».
Me resultan de una superioridad moral engolada, pero no es material apto para contestar en una red social, abriendo un debate insolicitado, así que me limito a escribir esta pequeña entrada en mi diario personal sobre esa acción de insulto camuflado a esas otras personas a quienes, de alguna manera, se despersonaliza, deshumaniza, siguiendo uno de los principios de propaganda negra de Goebbels.
No me gusta no incluirme y cada vez que se pronuncia ese tipo de sentencias en mi presencia afirmo con rotundidad: ¡Yo soy gente!