Me ha sorprendido esta serie norteamericana como hacía mucho tiempo que no me sorprendía ninguna. Es inteligente, tierna, descarnada, retrata maravillosamente el lado marginal del medio oeste estadounidense.
Es una pena la corta duración de los capítulos, casi aparentemente rodados como vídeos caseros, así como los pocos capítulos que cada temporada incluye, haciendo que la serie (hasta ahora 2 temporadas de 7 capítulos de media hora cada uno) pueda degustarse en menos de 7 horas.
Carmen y yo vemos unos 3 capítulos diarios, así que no nos ha durado ni 5 días. Da pena, pero también es de agradecer en estos tiempos de estiramientos de historias mucho más allá de lo necesario, de lánguidas secuelas y/o precuelas oportunistas de superhéroes o reinos medievales fantásticos.
Las relaciones familiares son sinceras, crueles, duras, pero tan, tan, reales que en ocasiones querrías pensar que se trata de un documental de una familia conocida. O querrías que no lo fuera, pero sientes que sí que lo es.
Los planos de las conversaciones entre los protagonistas son cercanos, cálidos, contrastando con el fondo de esa América profunda retratada donde está situado el drama.
En definitiva, una serie para no perderse, incluso (o especialmente) para aquellas personas que dicen odiar o repudian el cine estadounidense por ser muy «comercial».
¿Se seguirá haciendo este tipo de productos cinematográficos en las series de HBO a medida que se adueñe completamente la marca MAX de la misma?