en el borde último de mis bolígrafos
de grosor cariñosamente especial
de 1,6mm
descubrí con ilusión
una inscripción que decía
MEXICO
haciéndome creer
quizá ingenuamente
que su procedencia era norteamericana
de un país al que
recientemente
he cogido más cariño del explicable
por la mera geopolítica
internacional
ese detalle
sugirió ganas de fotografiar
un aparato
tan cotidiano
como para contener
la palabra día
sin tilde
en su interior
y escribirla
con tinta de calamar